Antonio Muñoz Molina:
“Invierno en Lisboa
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Reseña:
Después de casi dos años, el pianista de jazz Santiago Biralbo se reencuentra en un bar de Madrid con el narrador anónimo del libro. Ambos trabaron amistad en San Sebastián, puerto del País Vasco, España. Alojado en un hotel de la Gran Vía, una de las calles principales de Madrid, Biralbo le cuenta, en varias tardes y con detalles, su relación amorosa con la bella Lucrecia, alta, delgada y de ojos pardos. La conoció en el Lady Bird, bar de San Sebastián, cuando él tocaba para el gran trompetista Billy Swann y ella se encontraba entre el público con su conviviente, el estadounidense Bruce Malcolm, un exportador ilegal de pinturas y objetos antiguos. Después de ser amante de Biralbo, Lucrecia viajó a Berlín con su conviviente. Durante dos años mantuvo correspondencia con aquel hasta que ella, sin explicarle nada, le dejó de escribir. Un sorpresivo reencuentro entre ambos en San Sebastián le daría otro rumbo a esta particular historia de amor. A tal extremo que Biralbo, en Madrid, cuando le relata a nuestro narrador, lleva un revólver y ha cambiado de nombre por el de Giacomo Dolphin.
El libro funciona mediante la técnica de las cajas chinas, una historia dentro de otra, con los relatos de Lucrecia, Billy Swann y Bruce Malcolm metidos en la narración de Santiago Biralbo. Además, a medida que la historia de amor avanza linealmente, se interponen los hechos que ocurren en Madrid luego del encuentro del narrador con el pianista. La idea que cobija “El Invierno en Lisboa” puede resumirse en las propias palabras de Muñoz Molina, quien asegura en un artículo: “La literatura nos permite recordar ciudades que no conocemos y querer a gente que no existe”.
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Dato:
La novela de Muñoz Molina,”El invierno en Lisboa” fue premiada con el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa en 1988. Además sirvió de motivo para el guión de la película homónima de José Antonio Zorrilla (1990).-
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Frases de “Invierno en Lisboa“:
“Las notas de una canción cuyo título no supe recordar, tuve un brusco presentimiento de algo, tal vez una abstracta sensación de pasado que algunas veces he percibido en la música, y cuando me volví aún no sabía que lo que estaba reconociendo era una noche perdida en el Lady Bird, en San Sebastian”…
“Acaso seguía viendo no el dolor ni las firmes palabras, sino las cosas banales que habían trenzado, sin que se diera cuenta, su vida, aquella nota, por ejemplo, que contenía la hora y el lugar de una cita, y que él siguió guardando, cuando ya le parecía el residuo de la vida de otro”…
“Entendí que ese hallazo no desmentía su reprobación del pasado. La confirmaba más bien, de una manera oblicua y acaso negativa, como confirman el infortunio y el dolor la voluntad de estar vivo, como confirma el silencio, habría dicho él, la verdad de la música”.
“Adoptaba entonces la misma expresión que tenía mientras estaba tocando en el Metropolitano, un aire como de somnolencia o desdén, una tranquila frialdad de testigo de su propia música o de sus palabras, tan indudables y fugaces como una melodía recién ejecutada”…
“Era como si se fuese gastando, me dijo, como si lo gastara el roce del aire, el trato con la gente, la ausencia. Había entendido entonces la lentitud del tiempo en los lugares cerrados donde no entra nadie, la tenacidad del óxido, que tarda siglos en desfigurar un cuadro o volver polvo una estatua de piedra”.
“Desde siempre, Lucrecia había vivido en el desasosiego y la sospecha de que su verdadera vida estaba esperándola en otra ciudad, y eso la hacía renegar sordamente de los lugares donde estaba y pronunciar con desesperación y deseo nombres de ciudadesen las que sin duda se cumpliría su destino si alguna vez las visitaba”…
“Soñamos la misma ciudad- le había escrito Lucrecia- pero yo la llamo San Sebastián y tú Berlín”… Ahora la llamaba Lisboa. Tal vez fue en Lisboa donde conoció esa temeraria y hermética felicidad… Recuerdo algo que me dijo una vez: que Lisboa era la patria de su alma, la única patria posible de quienes nacen extranjeros.. Toda Lisboa, me dijo, hasta las estaciones, es un dédalo de escalinatas que nunca acaban de llegar a los lugares más altos, siempre queda sobre quien asciende una cúpula o una torre o una hilera de cass amarillas que son inaccesibles”.
“Reconocían los secretos himnos que los habían confabulado desde antes de que se conocieran… Más tarde, cuando los escuchaban juntos, les parecieron atributos de la simetría de sus dos vidas anteriores, augurios de un azar que lo dispuso todo para que se encontraran”.
“No probó su café. Se levantaron al mismo tiempo los dos y permanecieron inmóviles, separados por la mesa, por el ruido del bar, alojados ya en el lugar futuro donde a cada uno lo confinaría la distancia… Biralbo aún seguía de pie, pero Lucrecia ya había desaparecido en la zona de la zona de la sombra… En el reverso de una tarjeta de Malcom había escrito a lápiz una dirección de Berlín”.
“Volvió cuando Biralbo ya había dejado de esperarla: no vino del pasado ni de Berlín ilusorio de las postales y las cartas, sino de la pura ausencia, del vacío”.
“Reconocí su manera de andar mientras cruzaba la calle, ya convertida en una lejana mancha blanca entre la multitud, perdida en ella, invisible, súbitamente borrada tras los paragüas abiertos y los automóviles, como si nunca hubiese existido”…
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Antonio Muñoz Molina (1956).-
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Fuente Original Post:
Muñoz Molina, Antonio. “Invierno en Lisboa”. Barcelona. RBA. 1987.-
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Links Post:
http://jcoaguila.blogspot.com/2007/05/jazz-para-el-solitario-el-invierno-en.html
http://moraleslomas.blogspot.com/2008_07_01_archive.html
http://juanjolop.blogspot.com/2008_03_01_archive.html
http://antoncastro.blogia.com/2007/032401-el-diario-de-antonio-munoz-molina-.php
http://rciudadesdelmundo.blogspot.com/2007/01/lisboa.html
http://www.fotogramas.es/Peliculas/El-invierno-en-Lisboa
http://www.adn.es/cultura/20070912/NWS-0824-Molina-destruccion-ideologias-fanaticas-culturas.html
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Una pregunta..!! La editorial va a sacar más libros..?? Por favor, es que ya no hay más libros y necesito leerlo..!!
Espero su respuesta…..
[…] mi atención de buena manera. En cuarto, tuve que leer “La celestina”, “Invierno en Lisboa”, “El mío Cid”, y seguramente algunas otras obras que no recuerdo ahora. […]