La historia se desarrolla en la ciudad de Ginebra, Suiza. El film comienza con una llamada entre Valentine, una modelo, y su novio posesivo.
Valentine atropella en una secuencia siguiente a la perra del ex juez Joseph Kern y ambos se conocen. El juez Kern espía conversaciones ajenas mientras desarrolla un vínculo platónico con la modelo suiza, Valentine.
Se desarrolla entonces una historia paralela, centrada en Auguste, vecino de Valentine, quien estudia leyes. Auguste entra y sale de la rutina diaria de Valentine sin haberse percatado de ello.
Por su parte, él sufre la traición de su amada, Karin, cuyas conversaciones de infidelidad han sido monitoreadas por el ex juez Kern, quien resulta ser su vecino. El propio juez retirado Joseph Kern había sufrido una experiencia dolorosa de infidelidad muy similar a ésta.
Kieslowski crea una serie de paralelismos entre el viejo juez retirado y el joven juez Auguste.
La conexión simbólicamente más clara es la del libro de Derecho que se les cae a ambos abierto en una página aleatoria accidentalmente, y que les adelanta la pregunta que les harán en un próximo examen final.
Tanto el juez como Auguste tienen lapiceras de tinta. A Auguste se la regala el día en que se recibirá la amante que luego le es infiel con otro hombre. La pluma del Juez retirado ya no funciona. Pero posiblemente fue con ésta con la que firmó su primer sentencia “injusta” como juez, liberando de cargos a un hombre que era culpable, según sabremos por lo que le contará a Valentine.
Tanto El juez como Auguste fueron traicionados por mujeres rubias, a quienes hallaron in fraganti con sus amantes supletorios. Ambos siguieron el itinerario de las mujeres infieles y sus amantes en forma furtiva, espiándolas y viajando a Inglaterra, hasta que un accidente termina con la vida de sus amadas rubias y su ocasional amante, sobreviviendo los hombres “de leyes”.
El juez al parecer provocará (inintencionadamente) un encuentro entre Valentine y el joven juez, como para corregir el fallo anterior.
El propio Kieslowski ha dicho que “la cuestión esencial de la película plantea es: ¿es posible reparar un error que se haya cometido “injustamente?.
►Conexiones, Jerarquías y Nexos Simbólicos.
♠Color Rojo: Domina las conexiones de la película. Puede asociárselo con: la sangre , el deseo , la vergüenza , la ira , el amor.
Está presente en los escenarios de la película, el jeep de Auguste, los grandes carteles de Valentine, las publicidades y sesiones de fotos de la modelo, la la máquina tragamonedas del Café Joseph; cuyo nombre a la vez reproduce el nombre del Juez retirado.
♠Teléfonos: Como en la serie de “Decálogo”, los teléfonos son una presencia común. Las comunicaciones telefónicas a veces se interrumpen; o no son atendidas. O si lo son, no se trata de la persona con quien se quiere hablar.
Las comunicaciones se cortan o no dan un mensaje verdadero o equívoco. Quizás el ejemplo más claro sea el de la llamada al servicio meteorológico por parte del juez retirado poco antes de que Valentine viaje a Londres.
Si bien le dicen que será un día de excelentes condiciones climáticas, se desatará una tormenta inusitada en medio del mar, estando la protagonista a bordo de un buque rumbo a Inglaterra. Una tragedia que dejará siete sobrevivientes será el resultado de la predicción errada.
Esto recuerda a “Decálogo Uno”, cuando el padre de Pawel y el niño calculan el nivel de espesor de hielo, tras hacer una llamada al servicio Meteorológico. Concluyen que era seguro que el niño saliera a patinar sobre hielo. Pero el agua congelada del lago, se quiebra y el Pawel muere trágicamente, cuando cae dentro de la profunda fosa helada.
♠Vidrios y Ventanas: Marcan separaciones de planos o evitan la posibilidad de un contacto físico. Existen además niveles entre estos planos de existencia, en general marcados por la altura: los personajes aparecen en varias tomas uno por encima o por debajo del otro. Cuando Valentine y el juez hablan en su casa, uno está siempre más alto que el otro. En la última conversación crucial entre Valentine y el juez, ella se pone de pie en el escenario mirándolo desde arriba.
Posiblemente lo que intentó sugerir Kieslowski es la verdadera igualdad o fraternidad (temas de la película) no existe fácticamente.
►Otros detalles y simetrías:
La escena de la papelera de reciclaje en la cual una anciana trata de introducir una botella en la litera. Esta secuencia es homóloga a la que aparece en “Decálogo Nueve”.
También el tema de Van Den Budenmayer (compositor de ficción, seudónimo de Preisner) que escucha Valentine en la disquería es el mismo que el de “Decálogo Nueve”: “No desearás a la mujer de tu Prójimo”.
Homología en los nombres: Marc el veterinario que cura a la perra del viejo juez y Marc el hermano de Valentine. Joseph, el Juez retirado y el Café Joseph, que Valentine frecuenta.
Las cerezas de la máquina tragamonedas y el yogur de cereza o similar que come Valentine.
La publicidad de goma de mascar de la modelo y el chicle que alguien introduce en la cerradura de la puerta de su departamento, dificultándole el ingreso.
El jeep de Auguste que se queda sin batería por dejar él los faros encendidos, y el hecho de que el juez deba recargar la batería de su antiguo auto para ir al desfile de modas de Valentine.
Finalmente los grandes carteles publicitarios de la prtagonista y el primer plano de Valentine, después de haber sobrevivido a la catástrofe, al final de la película. Ambas son idénticas. Auguste está a su lado. Entendemos que la inconmensurabibilidad de la tragedia los unirá y que incluso a partir de los hechos más tristes puede nacer el amor…
The film concerns a young student-cum-model (Irene Jacob) who, having knocked over a dog in her car, takes it back to its owner. He is an elderly, retired judge (Jean-Louis Trintignant) who is not much concerned about the animal and would prefer not to be disturbed.
He now lives a reclusive life. If I’m not much mistaken, he views the world and his work in much the same way as the director himself. If a cynic is a frustrated romantic, this is the man who most clearly exemplifies it. And so, of course, does Kieslowski , who knows full well that his recent elevation to fashionable auteur is as chancy a process as his years of comparative neglect.
Early in the film, a literal image of telephone cable is enough to question what it means for these characters to communicate. When Valentine (Irene Jacob) makes a phone call to her lover, Michael, a phone is seen ringing in the apartment of Auguste (Jean-Pierre Lorit), who lives across the street from Valentine. Why? Valentine and Auguste do not precisely know each other. But maybe they do, or should, or will. Mr. Kieslowski is particularly expert this time in constructing puzzling, overlapping patterns that bind lonely people together. A higher order can be glimpsed, quite movingly, beyond such bonds.
The idea of fraternity emerges through Valentine’s highly charged encounters with a judge (Mr. Trintignant). Though not a love story in any conventional sense, “Red” is very much about the redemptive power of love.
“Red,” which is itself filled with echoes and foreshadowing (greatly heightened by Zbigniew Preisner’s insinuating music), culminates in a ferry crossing. As a red advertising billboard of Valentine becomes a prophecy, she is brought together with the principals from “Blue” and “White.” This juxtaposition of destinies, which is not made to tie up narrative loose ends, is satisfying without being pat.
In the trilogy, “Blue” is the anti-tragedy, “White” is the anti-comedy, and “Red” is the anti-romance. All three films hook us with immediate narrative interest. They are metaphysical through example, not theory: Kieslowski tells the parable but doesn’t preach the lesson. It’s the same with his “Decalogue,” where each film is based on one of the Ten Commandments, but it is not always possible to say which commandment, or precisely what the film is saying about it.
In the same elusive way, using symbolism that only seems to be helpful, “Blue,” “White” and “Red” stand for the three colors of the French tricolor, representing liberty, equality and fraternity. Juliette Binoche, in “Blue,” has the liberty, after her loss of husband and child, to start life again, or not at all. Zbigniew Zamachowski, in “White,” is dropped by his beautiful wife (Julie Delpy) after he goes to a great deal of trouble to move her to Paris. Back home in Poland, he wants to make millions so that he can be her equal, and have his revenge. Valentine and the old judge in “Red” have a fraternity of souls that springs across barriers of time and gender because they both have the imagination to appreciate what could have been.
Interesting intriguing, always fresh – the creative spirit endowed. Featuring : Amalia Pedemonte! who has kindly accepted the invitation – to be my guest today at my blog Let’s listen to what she tell us here…
Stefan Maxima: Amalia good morning! How are you?
Aquileana /Amalia Pedemonte: Hello Stefan. I am fine and hope you are doing well too.It is a pleasure to be talking with you today and being here at your blog for a Guest Post… This is great. Thanks for having me here.
Stefan Maxima You Live in Buenos Aires.tell our readers how is to live in such a beautiful one big city – city that never sleeps -please tell something about their beautiful country – Argentina.
Aquileana /Amalia Pedemonte: Well I live in Buenos Aires, that´s correct but more in the suburbs that surrounds that Big City you have mentioned before. Better for me, I am close but still far away for the huge city… I am not a very “urban crowdy ” person, you know… Well my country is one of the most beautiful ones in America, as I see it… And I am trying to be objective… Mind you, Stefan… It is a very rich country if we mention its natural resources… It is not so rich as other countries in North America… But none of south american countries is… Despite it we are on the right track… Thirty years of democracy and a political project of social inclusion linking to the ideas of sovereign autonomy and self-reliant growth all this lead us to a good present and a hopeful future, full of unborn possibilities…
Stefan Maxima: Your a very peculiar creative spirit…I believe it possibly reflects a high level of inspiration and a great love for what you do when blogging at your site… How and when your creative potential, traps you in its own realms?
Aquileana /Amalia Pedemonte:Well Stephan, thanks for words. When I blog and write i Just do it because i fell a sort of connections with the subject or because I am really interested in it… Of course sometimes some topics are rather interesting than others, but it also depends on what readers will probably like. I love to write for others and I find that internet and socia media are such a powerful tool in this sense and nowadays… I have found real great friend in the virtual world, which would seem paradoxical, but it is true and I have created genuine bonds with people form all around the world. I do believe this is really incredible… I am creative person and In general i love challenges and like to go beyond my own established boundaries… Probably I am a in a sort of constant research of new things… Philosophy never gives me a break. Literature is the emotional substitute to create new realities. Poetry is the voice of human being soul whispering words to us in a subtle way. Movies are the most reliable alternative to boredom and weariness… I live my own story but just wouldn´t be able to go by without the things that makes me feel well about myself and which help me think as Life as a neverending gift…
Lawyer. Attended Universidad de Buenos Aires. (UBA). Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina
Loves Literature and Philosophy. Writes personal articles and brief stories but her posts are mainly about book reviews, articles on philosphy, analysis of poems and movies, as the most important topics… Special blog for people with general cultural interests
Blog: “La Audacia de Aquiles” (“The Audacity of Achilles”). “El Mundo Visible es Sólo un Pretexto” / “The Visible World is Just a Pretext”. Blog in Spanish / Translation to English ( First Foreign Language ). Blogger Nickname: Aquileana
♠”BriefStory Published at Stefan Maxima´s Website”: “Beyond Life Domains”:
(November 12th, 2013. By Aquileana).-
Those last days of summer lead him to reflection, to tangential thoughts , overwhelming, like cold rain falling heavily on him
Eternity echoed a hail splashing the dim glowing vegetation adjacent to the crossroad which leads to the beach.
The path flowed symmetrically to the sea. A sea of titans that contrasted with that subtle feeling that all was finite. The rivalry of the abyssal and magnanimous blue challenged the Gods to go beyond the limits of the conceivable .
The impassive sea, hiding its forbidden secrets to mortals… Nor even God himself could figure out what and how many new mutations occurred on earth due to sea´s actions.
His soul turned into sudden puffs of joy when he heard the roar of the ocean, the greatest and invincible witness…
The old questions that had been raised by a ancient greek were the sames ones he was asking to himself in that moment…
He concluded that those questions responded to a relationship of constant genetic affinity.
Just that thought and the feeling of brotherhood with an unknown ancestor suddenly became a reproach to himself.
A reflexive movement of opprobrium for realizing that life itself was brief, a mere succession of events; not teleologically determined; just random successive experiences, worldly habits, humanly conceived to fill empty hours, to give life a sense…
He approached to the sharped sea, which was greedily plunging his infinite triumph, as waves crash one against the other.
The inner sound of a seashell , he had put close to his ear, reproduced the roar of the neverending movement of the sea.
He thought about that pre-Socratic phrase, according to which the opposites were attracted between them, being mutually complementary one to the other.
Maybe that was the resulting action of convergence forces, tending to stress the chronological harmony of peace after discord and war were just over…
He concluded that all that, the sea, himself, the seashell, the waves, his ravings were the proof that he was the main character of that play.
Fiction and reality were in fact the same thing. The symbolic meaning of his life´s plot hadn´t been still decoded… Probably It would never be… He was just a mortal, time wouldn´t be enough for him if he was meant to try to unravel all those cryptic misteries and signs …
Life was a dispute with time and not a truce…
He looked further; it was then when he was able to identify within the salt vastness of the deep blue sea, the unavoidable presence of Death…
Almost invisible but yet there, waiting and lurking with stealthy step.
A relentless Destiny. A white and inevitable future, just waiting there behind the line on the horizon…
♠”Brief Story Published at Stefan Maxima´s Website”: “Rain Borderlines”:
(November 23rd, 2013. By Aquileana).-
Hope is a glow that shivers when the stars begin to appear . But those glowing points seem to vanish when she steadily stare at them… Silver flowing stars. Just snappish light that turn into nothingness.
Dreams, outworn by cruel hopes…. Dark Sky above… Hope, she already has lagged it behind her, filed between the folds of old experiences. Hostile features, a legacy of ignominy, that was the aftermath of old lost battles A Spear that still hits… No shields available for fighters that defect …
Past inexhaustibly stalking the pale mist of the present. Today always leads to a wasteland of dry lands, unknown choices, roads untraveled. (What if?) …
Past slowly moving into the present… Timeless conjunction, a shade of a gesture.
Endless plateaus, monotonous wrinkles of the horizon, quiet landscape of infinite slopes. And also the sharp never ending silence.
Veil illusions followed by shuttered glances… The past is still there as a steady branch of the present
Like a breeze which scatters the arid scene, the immutable calm suddenly become a clatter, which falls from the lofty heights
Something known but still unusual sets up into scene. The stage of life, once again. Shaking arrogant skies, rain heavily falling, forces tempting and hurrying Destiny.
A constellation of crystallized drops, insatiably descending from above. Heavily falling, despite its weightlessness. (This is not a paradox, just a subtle irony)
She looks through the window. The obstreperous of rain still falling down… She listens to the rain crashing on the iron sheets of the roof… Mostly clattering there, with its monotone rhythm pouring down once and again
Rain, inexhaustible source of life… Call of change spilling from the sky, spanning all surfaces with pure drops of water…
Waterfalls, rivers, lakes, seas.
Spring water of blue landscapes, flowing throughout turbulent riverbeds and narrow willows…
All liquid surfaces are or have been rainy… Expectations initially came in the size of tiny raindrops, but that was well enough to set up new departure points…
The size of hope increases and so does the amount of Belief. One thing leads to the other.
Let it rain. Water is a liquid border between skepticism and Faith… A pervious line, in fact so easy to cross.
La película comienza con la imagen de un recital de Artur, hermano menor de Jerzy. Artur es cantante en una banda de rock llamada “City Death”. En el escenario él canta una canción que hace alusión a las prohibiciones de los mandamientos bíblicos; concretamente al asesinato, y a la codicia.
En un momento, cuando él canta la frase: “Todo lo que te rodea es tuyo”; se observa a su hermano, Jerzy buscándolo y llamándolo entre la gente.
Luego sabremos que el motivo de la aparición de Jerzy en el Concierto tuvo que ver con el infortunado hecho de la muerte del padre de ambos.
También al principio del film, hay una toma en la que se ve la silueta de un cuerpo tapado con una frazada y una pecera con peces muertos flotando en la superficie. La imagen del cuerpo cubierto del hombre muerto señalaría una alternativa de causa de muerte: Suicidio o Homicidio. La opción realmente acaecida no es explicitada en el film, aunque quizás sí pueda ser inferida hacia el final de la película.
En la siguiente escena, un amigo del padre de los hermanos da un discurso en el cementerio, poco antes de que entierren el cuerpo del hombre.
En esa escena, Artur aparece escuchando música con los auriculares de un walkman. Jerzy lo mira fijamente, como pidiéndole que respete el momento de silencio, como un ritual propio a la de la despedida definitiva de su padre.
Luego, los hermanos se dirigen al apartamento del padre, para hacer un inventario de los bines que ha dejado. Es un piso ubicado en el clásico escenario del bloque de apartamentos de Varsovia.
Jerzy trata de abrir la puerta del apartamento. Gira la llave, pero, sin embargo; la puerta permanece cerrada.
Artur se percata de que en la parte superior de la puerta hay otra cerradura de refuerzo y la abre. Cuando empuja la puerta, se activa un dispositivo de alarma y se escucha una sirena estridente y el músico de rock grita como si estuviera cantando un tema de su banda.
Los hermanos sucesivamente, revisan todos los armarios del apartamento. Pero sólo encuentran medallas, libros y carpetas de archivos. Cada uno de los armarios están cerrados con una cadena de hierro y un candado.
Jerzy ha hallado un album de estampillas. Y observa con una lupa los sellos. Su hermano le acerca una botella de vodka casi vacía. Jeryz la apunta con la lupa. Después, ambos beben una medida, brindando por su padre.
Artur le pregunta cuánto cree que valdrán en la actualidad las estampillas que habían hallado. Jerzy le responde: “Los sellos son caros hoy en día”. Y Artur responde: “Sí, ésta es nuestra pobreza”. Y agrega, preguntándole a su hermano mayor: ¿Qué es lo que hace que una persona sea tan codiciosa; tú deberías saberlo porque te gusta poseer cosas”. Jerzy le contesta: “No, sólo las uso, me gusta estar cómodo”.
Jerzy sigue revisando armarios y encuentra, entre las pertenencias de su padre, un artículo de un periódico sobre “City Death”, el grupo de rock de su hermano.
Jerzy se da vuelta en dirección a la puerta y dice: “Mira, el viejo hombre coleccionaba artículos de prensa sobre tí”.
Pero cuando levanta la vista se da cuenta de que no era Artur quien estaba delante de él, sino un hombre que se excusa pidiendo permiso por haber irrumpido sin golpear. Su nombre es Bromski, es un hombre cojo que viene a reclamarle a los herederos unos doscientos veinte mil zlotys, que el difunto padre de los hermanos le debía aél.
Jerzy firma un papel que el hombre le extiende y le da un número de teléfono para que lo llame en cinco días.
El hombre se retira y vuelve Artur. Jerzy le comenta nuevamente que el padre guardaba artículos de él, en su rol de líder del grupo de rock. El Hermano menor los mira y le dice: “Yo pensé que el viejo hombre ni siquiera sabía mi nombre”.
Jerzy mira los sellos desde lejos y le dice a su hermano: “He oído que hay un mercado… ¿quieres intentarlo?”. Artur no parece muy seguro de querer tratar de vender las estampillas.
“Y que sucede con tu hijo?”, le pregunta a Jerzy, como sugiriendo que le podrían regalar la colección de sellos al niño.
El hermano mayor responde: “A él sólo le gustan los aviones”. Artur mira una serie de estampillas y le sugiere a su hermano: “Entonces, ¿por qué no darle estos”.
Jerzy señala en voz alta, mientras descubre las imágenes: “Globos o… Zepelines” Y continúa: “Polarfahrt: eso significa que son alemanes, 1931”.
Aquí resulta clave establecer una correspondencia con “Decálogo Ocho”. En esa entrega, el vecino de la profesora, colecciona sellos postales y al comienzo de la película le comenta a la mujer que ha conseguido una valiosa serie de sellos de Zepelines Polafahrt de 1931.
Hacia el final del film, el mismo vecino interrumpe la charla entre Elzbieta y la profesora al golpear la puerta del apartamento de la mujer para mostrarle la serie en cuestión. Es claro, entonces, que la serie de estampillas es la misma en ambas entregas.
En la siguiente secuencia, un taxi se detiene en la puerta de la casa de Jerzy. Es interesante destacar una nueva coincidencia, que reposa en un objeto homólogo en otra entrega de “Decálogo”.
El taxi es el mismo que el de Janusz, el protagonista de “Decálogo Tres” y aparece también en “Decálogo Ocho”, cuando la profesora y Elzbieta estacionan delante de la sastrería del hombre que, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, podría haber sido el padre adoptivo de Elzbieta.
También existe una correspondencia con el trabajo de taxista de uno de los protagonistas de “Decálogo Cinco”, aunque su taxi es otro: es un auto de color bordó.
Jerzy y Artur se despiden en la puerta de la casa del primero, después de haberse encontrado tras varios años de no verse, y, a propósito de un triste pretexto. Artur le dice que estaba contento de que se volvieran a encontrar. Jerzy le manifiesta que él también, y sonríe mientras el taxi se aleja, pero su expresión cambia abruptamente cuando mira hacia la ventana de la casa.
De hecho, esto se debe a que, adentro, lo espera su esposa, bastante molesta por el hecho de que Jeryz no hubiera estado allí para llevar a su hijo al odontólogo.
El diálogo entre ellos es sugestivo. Jerzy le dice a la muejr que lo disculpe, que se la había hecho tarde tras el entierro del padre de él y que se había quedado conversando con Artur. La mujer le contesta: “Yo no he dicho ni una palabra”. Él agrega: “Mañana arreglaré una nueva cita”.
“Mañana no atienden”, le aclara la mujer. Él se da por vencido: “Lo siento, realmente”, le dice. Ella repite: “Yo no he dicho ni una palabra”. Y él irónico sentencia: “No, claro, no has dicho nada”.
Un instante antes de que Jerzy suba las escaleras hacia la habitación, su esposa le señala las pantuflas, implícitamente ordenándole que se las ponga. Estamos nuevamente aquí frente a una esposa dominante, que nos recuerda a la madre de Majka y esposa de Stefan en “Decálogo Siete”.
Jerzy va a ver a su hijo. El niño le dice que ha llorado durante la cena y que está triste por la muerte de su abuelo. Jerzy le regala las estampillas de los zepelines alemanes y le pregunta si todavía tiene dolor de dientes, pero su hijo le dice que ya no.
En la próxima toma, Artur va al Club de Filatelistas, con un álbum de estampillas que pertenecía a su padre.
El hombre que había dado el discurso durante el entierro del padre de los hermanos era el presidente del Club de los coleccionistas de sellos, y reconoce a Artur. Él sugiere que se reúnan los tres en el departamento de su padre.
Ya concertado el encuentro, el hombre mira un álbum de estampillas y les dice el valor de algunos de los sellos. “Ésta vale lo mismo que un automóvil Fiat , ésta equivale al valor de un piso, etc”. El hombre agrega que la colección completa rondaría los doscientos cincuenta millones de zlotys.
Los hermanos no salen de su asombro, pues no tenían idea del precio que podían llegar a tener los sellos. Antes de retirarse, el presidente del Club de Filatelistas les aconseja que no vendan las estampillas: “Su padre dedicó treinta años de su vida a esta colección, sería criminal desperdiciarlos”, dice.
Cuando llega a su casa, Jerzy le da un disco de la banda de Artur a su hijo. Y enseguida le pregunta qué ha hecho con la serie de los Zepelines alemanes. El niño le señala la mesa, repleta de sellos postales comunes, y le dice: “Cambié las estampillas por todas éstas”. Jerzy le pregunta acongojado: ¿A quién se has dado?.
La siguiente secuencia implicará la búsqueda de un joven rubio con gafas negras, en la calle. Fue a él a quien el hijo de Jerzy le cambió las estampillas.
Jerzy encuentra al joven, pues su hijo se lo señala desde el auto. Jerzy va a buscarlo y le dice que debe hablar de negocios con él, en un lugar más confidencial.
Entonces parten a una galería cercana. Jerzy lo increpa: “Has engañado a mi hijo”. El muchacho se ríe y le contesta: “Bueno, supongo que todo el mundo tiene padres”.
El hombre se enfurece y le toma la nariz entre los dedos apretándosela hasta que ésta sangra. El joven le dice que ha vendido la serie a un comerciante de la calle Wspolna. Jerzy lo suelta y va a buscar al hombre señalado.
Jerzy entra al negocio de estampillas y le dice al hombre: “Usted le compró una serie de sellos a un joven en la calle Swietokrzyska por cuarenta mil zlotys, esos sellos valían mucho más”. El hombre se excusa y le dice que no sabe de qué le está hablando.
Jerzy cambia la estrategia: “Bueno, quiero comprar la serie de Zepelines”. El hombre accede, busca una caja fuerte escondida detrás del mostrador y trae la serie.
El vendedor de sellos le muestra la serie a Jerzy y le dice: “¿Quiere comprar la serie de Zepelines Polafahrt de 1931?. De acuerdo, está a la venta. Su precio es de ciento sesenta y ocho mil zlotys”.
Jeryz lo amenaza con llamar a la policía, incriminando al hombre con la comisión de una flagrante estafa. El hombre sólo le contesta reafirmando su inocencia: “Puede usar mi teléfono, señor, adelante”.
Como Jeryz no toma el teléfono, el vendedor le da más pruebas de que él no tenía nada que ver con una supuesta compra por precio ruin de la serie de los Zepelines. Así, le muestra una ficha con los datos de la serie de Zepelines y el nombre de la persona a quién los sellos él mismo le había comprado. También le acerca la habilitación del local, que estaba encuadrada en un marco y colgada en la pared.
Jerzy va a buscar a Artur a un ensayo. Le dice que las cosas con el tema de la serie de Zepelines habían terminado mal y que “esos hombres eran unos mafiosos”.
Artur le comenta que el cree que no ellos deberían vender los sellos por el momento. Jerzy acuerda con él, afirmando: “Sí. Que se queden donde están”.
En la otra secuencia, los compañeros de la banda de rock, llevan a Artur a su casa.
Él desciende de la camioneta de “City Death”; pero cuando mira hacia su apartamento, observa que la luz está encendida y distingue la figura de alguien que camina en el interior de su vivienda.
Artur arranca un estéril tronco de un pequeño árbol, para usarlo como arma improvisada de defensa. Entonces, se dispone a entrar. Pero cuando abre abruptamente la puerta de su casa, ve que quién estaba allí era su hermano, Jerzy.
Una nota respecto al tronco. Hay una destacable afinidad entre la acción de Artur de arrancar el tronco; en “Decálogo Diez” y la imagen de Dorotoka arrancando las hojas y luego doblando el tronco de la planta de la maceta, en “Decálogo Dos”.
La imagen de Artur arrancando un tronco sin hojas antes de ingresar a su apartamento se asemeja a la de Dorotka doblando el tronco de la planta de la maceta de su casa, luego de haberle quitado todas las hojas (“Decálogo Dos”).
Jerzy le muestra a su hermano unos sellos que había hallado en la colección. Eran dos estampillas, era una serie única en Polonia, compuesta por tres sellos, por lo cual estaba incompleta. Se trataba dela serie del “Austrian Mercury”, de 1851.
Los hermanos tenían el sello azul y el amarillo, pero les faltaba el rojo.
Luego, Jerzy le lee a su hermano una serie de anotaciones alusivas a esta estampilla, el “Red Austrian Mercury”. Al parecer, el padre había tratado, vanamente, de conseguirla; y en el cuaderno del coleccionista se señalaba un engorroso itinerario de los posibles de la valiosa estampilla.
En una toma siguiente, los dos hermanos observan la ventana del departamento del padre. Destacan que es mejor tomar precauciones y agregar rejas; porque, como señala Artur: “El lugar es inseguro, cualquiera podría treparse con una soga”.
Jeryz le comenta a Artur que desde hacía tiempo que no se sentía tan bien. “Me he olvidado de mis problemas, me he olvidado de todo”.
Artur le dice que él sentía lo mismo. “Y agrega: Como cuando éramos niños y no nos preocupaban los temas de los adultos. Es lo mismo ahora, pero es lindo. “Muy lindo”, concluye Jerzy.
Artur luego le pregunta a su hermano si puede conseguirle una estampilla de las de la colección ; pero cuyo valor de catálogo no sea superior a doscientos mil zlotys.
Jeryz le contesta que por supuesto. Seguramente accede rápidamente a dársela porque la suma que le solicitaba Artur era realmente módica.
Enseguida sabremos que Artur quería la estampilla para tenderle una emboscada al filatelista de la calle Wspolna.
Él, efectivamente, va luego al negocio de estampillas y le muestra el sello al hombre. El vendedor lo observa con una lupa y le ofrece pagarle por éste cuatro mil zlotys.
Cuando están por cerra la transacción, Artur toma las dos cosas; el dinero y el sello y le dice gracias.
El hombre, al darse cuenta de que Artur lo dejaba sin el dinero y sin la estampilla le pregunta qué estaba haciendo.
Inmediatamente, le muestra al vendedor un grabador y después le hace escuchar la cinta con la cual el hombre quedaría incriminado en el delito de estafa.
El vendedor le pregunta qué quería. Él le contesta que la serie de tres estampillas de los zepelines alemanes de 1931. Y agrega: “A cambio te daré los cuatro mil zlotys y un grabador Sony con un casette en blanco”.
El hombre le dice a Artur: “Eres inteligente. Tuve un presentimiento cuando te vi entrar”. “Deberías haberlo seguido”, le responde Artur.
El vendedor continúa: “El otro día vino un hombre”. “Mi hermano”, lo interrumpe y acota Artur.
“No era tan inteligente como tú”, afirma el hombre. Artur remata: “Entonces, no sabía nada, no te conocía”.
El hombre lo mira fijamente y le pregunta: ¿Quieres dinero o los sellos?”. Y Artur le contesta: “Los segundos”.
Cuando el hombre va a buscar la serie de los Zepelines que tenía guardada en una caja fuerte, detrás del mostrador; corre una cortina y más allá de una ventana lindante se observa un perro. Cabe destacar que la imagen del perro negro tendrá una importante papel simbólico hacia el desenlace del film.
Respecto al Hombre-Guía, el personaje que representa al Destino y cuyo papel desempeña Artur Barcis, en esta entrega no aparece. Ésta es la única vez que esto sucede en las diez entregas de “Decálogo”.
En “Decálogo Siete”, Teófanes era un barillero en el paso a nivel de las vías del tren que abordaría Majka.
Se lo veía a lo lejos, apenas una silueta difusa. Era identificado por inclusión, haciendo una inferencia indirecta: el nombre del actor aparecía en los subtítulos al final del cortometraje.
En la siguiente secuencia, vemos que Jerzy va a la casa del padre y cuando golpea escucha unos ladridos desde el interior.
Su hermano menor se ha comprado un perro negro, idéntico al del vendedor de sellos. Jerzy tampoco ha podido abrir la puerta porque Artur decidió cambiar la cerradura, para evitar asaltos.
Sigue una secuencia bastante cómica, en la cual Jerzy trata de ganarse la confianza del animal, con la ayuda de Artur.
Éste último abraza a Jerzy y lo besa, mientras mira al animal y le dice: “Él es Jerzy, es mi amigo”.
Luego Artur convence a Jerzy para que alimente al perro con la mano izquierda, porque así él lo había acostumbrado. No obstante estos intentos, el perro aún sigue desconfiando del hermano de Artur.
Artur le muestra a a su hermano la serie de los Zepelines que había conseguido.
Pero todavía les quedaba un tema pendiente; el de la serie incompleta de los Mercurios austríacos.
Justamente, Artur le dice, entonces, a Jerzy que el hombre de la tienda de estampillas quería hablar con ambos sobre el sello que les faltaba: El “Red Austrian Mercury”.
Cuando ellos van al Negocio de Filatelia, el vendedor les comenta que él tiene información esencial sobre dicha estampilla. Y les pide que arreglen una nueva cita, porque él necesitaría que cada uno de ellos se realice un análisis de grupos sanguíneos y de orina.
Entonces se reúnen los tres, nuevamente, pero entonces en una plaza pública.
Allí el dueño del local de estampillas les dice a los hermanos que el dueño del Red Mercury vive en Tarnow y que el sello valía mas de dos millones de zlotys.
Sin embargo, el hombre agrega que: “El sello no está a la venta, las partes involucradas sólo deben realizar un intercambio”.
Se supone que él sería el mediador, por eso les había pedido los análisis clínicos a ambos. El vendedor de sellos mira los análisis y dictamina que es Jerzy quien está en condiciones para hacer efectiva la transacción.
Es el propio Jerzy quien le pregunta al hombre qué es lo que él quería, y si era su sangre lo que quería.
El hombre dice que no, que lo que él pretendía era que Jerzy le donara el riñón a su hija adolescente, quien estaba gravemente enferma .
“He estado tratando de hallar a alguien, desde hace ya largo tiempo. Yo era demasiado viejo para donárselo”, afirma concluyentemente el hombre.
Tras la insólita propuesta, los hermanos se juntan nuevamente en la casa del padre. Jerzy le pregunta textualmente a Artur: ¿Qué debo hacer, vender un órgano; para obtener un sello?”.
Artur engolosinado con el juego de la codicia le responde: “No cualquier sello: el Mercurio Rojo”. Jerzy le dice: “Pero es parte de mí mismo”.
Artur trata de convencerlo relatándole la historia de un conocido suyo que no tenía riñón y que vivía una vida normal.
Como parece ser que Jerzy no le da crédito al argumento, le señala que “podrá salvarle la vida a una niña”. Jerzy exclama: “¡Artur!”.
Y él le replica: “¡Vamos, Jerzy no estoy tratando de persuadirte!. Es tu riñón”. Pero Jerzy parece recapacitar y le dice, cambiando implícitamente de opinión: “Pero es nuestro sello también”.
En la próxima secuencia se observa a miembros de “City Death”, tocando sobre el escenario.
Pero el protagonista no canta solo, sino con otro muchacho, quien entona leyendo las letras de la canción de una hoja de papel.
Resultaría ser que le están tomando una prueba de canto porque están buscando un reemplazo para Artur.
El aspirante no es bueno. “Sin esperanzas”, le dice el bajista de la banda a Artur y él le responde: “Va a mejorar”.
El bajista le pregunta a Artur si su decisión de dejar la banda es definitiva, teniendo en cuenta que iban a salir de gira, y él le da a entender que no hay vuelta atrás.
En las siguientes tomas asistimos al momento de la operación de Jerzy.
Artur va a ver a su hermano, que está a punto de entrar al quirófano.
Cuando llega al hospital, se dirige a una oficina de atención al cliente, cuando golpea la puerta sale una bonita enfermera que ni lo mira y entra en una habitación.
Él golpea la puerta donde ella acababa de entrar y cuando la enfermera lo ve, lo reconoce como el cantante de “City of Death” y le pregunta si puede tocarlo.
Él le dice, por supuesto, que sí y mientras ella acaricia la cara de él; Artur le pregunta si está segura de que su hermano está bien y si realmente “no corre peligro”.
Enseguida se observa que la mano de la enfermera cierra una puerta con llave y comprueba que está cerrada, bajando el picaporte. Luego, sobre unos tarros para apósitos del hospital se ve que caen primero, el sombrero del uniforme de la enfermera, y, después, el pantalón de Artur.
Mientras está claro que Artur y la enfermera tienen relaciones sexuales clandestinamente en el hospital, los médicos operan a Jerzy.
Las imágenes de la operación son dicotómicas. Primero la higiene y la asepsia; asociados con el cuidadoso lavado de las manos del cirujano y los guantes, barbijo y trajes quirúrgicos descartables que él usa. Segundo, la desprolija suciedad; representada por las gasas de sangre arrojadas en un cubilete .
En una secuencia siguiente se observa una soldadora que es usada para burlar las rejas de la casa del padre filatelista y robar la colección completa de estampillas.
El perro negro, antes feroz, se muestra absolutamente dócil. El ladrón lo acaricia con un guante negro y el perro ni se inmuta frente lo sucedido.
A su vez, se observa que el ladrón mira las estampillas a través de la lente de una lupa, como aumentando la sensación de satisfacción por poseerlas, a partir de ese preciso momento.
Jerzy es dado de alta una semana después de la operación.
Su hermano lo va abuscar y le pregunta cómo se siente. Jerzy responde, en contraste irónico con lo que había sucedido y él ignoraba que: “Estaba bien, como si no hubiera pasado nada”.
Jerzy le pregunta a Artur si tiene la estampilla del Mercurio Rojo, y él la saca de una billetera y se la da.
Artur le dice a Jerzy que tenía el sello desde hacía una semana. Y él le pregunta por qué no se lo había mostrado antes. Artur le contesta que no había podido y entonces le cuenta que les habían robado todo, mientras él había estado aguardando su alta definitiva.
Ya de vuelta en la casa, Jerzy mira con mala cara al perro, que una vez más, como sucedió desde el momento del robo, se muestra dócil y descansa en la cama.
Artur adivina su pensamiento y le dice a su hermano que al perro lo habían encerrado en el baño.
Jerzy continúa y le pregunta a Artur, casi lanzándose sobre él y encolerizado: “¿Por qué te quedaste en el hospital?. ¡Yo podía prescindir de tí”.
Artur no le contesta y sólo baja la cabeza, probablemente porque la respuesta debería haber tenido que ver con su amante casual, la enfermera del hospital.
En ese momento, un abogado ingresa a la casa. Es Artur quien le abre.
El abogado le pregunta a Jerzy por qué el dispositivo de la alarma había sido desconectado desde el interior de la casa, planteando esta duda desde la perspectiva de Artur. Jerzy le responde que la había desconectado porque solía dispararse sola.
Enseguida, el abogado se excusa, le da su tarjeta a Jerzy para que lo llame si necesita algo y se marcha.
Artur le dice a su hermano que se quede con el sello del Mercurio Rojo, porque “el riñón era suyo”; y que lo deje en paz porque no quería saber nada más con este asunto.
El abogado se encontrará primero con Jerzy, en un bar.
Es la primera vez que el protagonista está fumando un cigarrillo; porque previamente había tenido un cigarrillo en la mano o en la boca, pero nunca lo había encendido.
Él trata de darle a entender al abogado que posiblemente Artur haya estado implicado con el robo. Hace referencia a que sospecha del modo de vida que lleva y de las personas que lo rodean, así como de los ámbitos que frecuenta.
Durante todo el diálogo el protagonista se muestra nervioso y disperso. Sus gestos toscos y su risa hacen presumir que es él el quien cometido el robo.
Luego, el mismo abogado se reúne, también en un bar, con Artur.
El cantante llega tarde a la cita. Y enseguida trata de expresarle al abogado que tenía la misma presunción que Jerzy sobre él.
Pero a Artur le cuesta más hablar y verbalizar su “intuición”, como él mismo la denomina, acerca de la posible participación efectiva de su hermano en el robo de la colección de sellos.
El abogado le dice, quizás retomando la misma frase que Artur le había dicho al vendedor de sellos: “La intuición no debe ser negada, como usted bien debe saber”.
Y se despide diciéndole: “Me ha ayudado mucho, como dicen en las películas; pero, es un hecho”.
Esta frase es un ejemplo interesante de “metalenguaje” y, a su vez, cumple un doble objetivo.
Por un lado pareciera servir para sacar a “la película” (“Decálogo Diez”) de “La Película”, como disociando a ambas de una supuesta relación de participación género/especie.
Por otra parte, cumple con un propósito comunicativo tautológico, al hacer que en la película (“Decálogo Diez”) se diga una frase que se dice en las películas.
En otra secuencia siguiente, Jeryz va a comprar unos sellos postales comunes en la Oficina de Correos.
Lo atiende nada más ni nada menos que Tomek, el empleado del Correo y protagonista de “Decálogo Seis”.
Como en dicha entrega atiende a Jeryz desde el ojo de una ventanilla de atención al cliente, de la misma manera que aparecía en la entrega anterior cuando atendía a Magda.
Aunque ahora la Oficina de Correos es otra, pareciera ser un cargo de mayor jerarquía, porque da la impresión de que es una Sede Central del Correo.
Jerzy compra tres series completas de tres tipos distintos de estampillas a la venta y gasta menos de doscientos zlotys.
El mismo actor que representaba el papel de Tomek atiende a Jerzy. Lo hace en un mostrador de una Oficina de Correos y comunicándose con el cliente a través del “ojo de una ventanilla”. Exactamente igual a cuando atendía a Magda en la Oficina de Correos de “Decálogo Seis”.
Tomek atiende a Magda desde la ventanilla de su puesto en la Oficina de Correos. Magda había ido a buscar un dinero de un giro postal. El empleado y protagonista le dice que no había nada a su nombre (“Decálogo Seis”).
El hombre cojo, que aquí usa un bastón, y a quien el difunto padre de los hermanos debía dinero, cruza una calle con un perro negro; igual al de Artur.
Al momento, desde la otra esquina de la misma cuadra, el vendedor de estampillas del local de la calle Wspolna, se dirige en dirección hacia él y le hace un gesto, saludándolo con la mano. El vendedor también lleva un gran perro negro, igual al del cojo Bromski y al de Artur.
Ambos, a su vez, se encuentran con el muchacho rubio de gafas negras que había cambiado al hijo de Jeryz la serie de los Zepelines Polarfahrt por muchos otros sellos de poco valor.
Los hermanos observan todo, con una mezcla de estupor, bronca y sorpresa. Los dos se dan cuenta de que han sido engañados:
La escena nos lleva a sospechar del hombre cojo, del dueño del negocio de estampillas y del joven rubio; como vinculados en grado de autoría, participación o complicidad en el robo de la colección de sellos del padre.
Por mi parte, creo que el eslabón está dado por los tres perros negros. Además, pienso que el perro feroz que tenía originalmente Artur no era el mismo que apareció mansamente en la casa del padre de los hermanos, luego del robo. Posiblemente el perro haya sido cambiado por otro igual al momento del robo.
El hombre cojo, a quien el padre de los hermanos debía dinero, cruza la calle con un perro negro, igual al del hermano menor, Artur.
El hombre cojo se encuentra con el joven rubio que le cambió al hijo de Jerzy la serie de los Zepelines alemanes por sellos de escaso valor.
El vendedor de estampillas de la Calle Wspolna va al encuentro de el hombre cojo y el muchacho rubio. Lleva un perro negro, igual al de Artur y al del hombre cojo.
El hombre cojo, el joven rubio y el dueño del local de sellos se juntan los tres en el mismo lugar. El hombre cojo y el vendedor de estampillas llevan ambos dos perros negros iguales entre sí y, a su vez, idénticos al de Artur. El perro de Artur, fue el que además estuvo supuestamente encerrado en el baño de la casa del padre de los hermanos cuando ocurrió el robo de la valiosa colección de sellos.
Cuando Jerzy ingresa al departamento del padre con la nueva llave que le dio Artur cuando había cambiado la cerradura; su hermano menor está allí, mirando tres sellos sobre la mesa con una pequeña lámpara encendida al costado.
Jerzy le dice: “No te esperaba aquí”. Artur le contesta: “Yo tampoco”. El perro ladre y Jerzy le grita: “¡Cállate!”. El perro baja la cabeza y cierra los ojos.
Jerzy le dice a su hermano: “Artur, hice algo horrible, pensé que habías sido tú”. Artur, lacónicamente, le contesta: “Yo también”.
Luego Artur mira los tres sellos y le pregunta a su hermano: “¿Qué es esto?”.
Jeryz abre su billetera y saca unas estampillas más y le responde, mientras las ubica en la mesa: “Fui a la oficina de correo y compré éstos… Son una serie”.
Los sellos de las series no son series, porque no tienen distintos colores ni motivos; como en el Caso de los Tres Zepelines Polarfahrt de 1931 y los Tres Mercurios Austríacos de 1851.
Éstas son en realidad meras estampillas de uso común, con diseños trillados y de muy poco valor económico para los filatelistas de alto rango.
Los hermanos apoyan sus cabezas, uno frente al otro y ríen, mientras algunos de los sellos se esparcen sobre la mesa.
Guión: Krzysztof Kieslowski, Krzysztof Piesiewicz. Edición cinematográfica: Jacek Blawut, Ewa Smal.
Dirección artística: Halina Dobrowolska.
Dirección de Sonido: Nikodem Wolk-Laniewski. Música: Zbigniew Preisner.
Intérpretes: Jerzy Stuhr, Zbigniew Zamachowski, Henryk Bista , Olaf Lubaszenko, Maciej Stuhr, Jerzy Turek, Anna Gronostaj, Henryk Majcherek, Elzbieta Panas, Dariusz Kozakiewicz, Grzegorz Warchol, Cezary Harasimowicz.
♠A Propósito de la Serie de Estampillas “Zeppelin-Polarfahrt/1931”, que aparece en “Decálogo Diez”:
Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. La Serie de las estampillas “Zeppelin Polarfahrt” data de Julio de 1931 y fue emitida en Conmemoración del Vuelo alemán del Zepelin Lz 127 al Polo Norte.
Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. First Day of Issue / Erstausgabetag: July 10th 1931.
Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. Polarfahrt des Luftschiff LZ 127 “Graf Zeppelin”. First Day of Issue / Erstausgabetag: July 10th 1931.
Al ver “Decálogo Diez”, me pareció que existía una película que tomaba algunos ejes similares a “Decálogo Diez”.
Me refiero a “Nuevo Reinas”. Es una película argentina del año 2000; con guión y dirección de Fabián Bielinsky y protagonizada por Ricardo Darín, Gastón Pauls y Leticia Brédice.
Los puntos de mayores consonancias son dos: el tema de la serie de estampillas alemanas. Y el empleo de una estrategia de hurto, cuando alguien a cargo de un negocio está distraído.
En cuanto al primer punto, en “Nueve Reinas, los ladrones protagonistas intentan vender una serie de estampillas falsificadas, pero luego se las roban otros ladrones y deben hacer una inversión con su propio dinero y comprarlos ellos para venderlos a más del doble de su valor, a un coleccionista empecinado en tenerlos.
Las estampillas son las “nueve reinas”, una serie de sellos alemanes de la época de Weimar; esto es, casi de la misma época que la de la serie de los Zepelines de “Decálogo Diez”.
Por otra parte, al comienzo de este film, Juan, el ladrón más joven intenta engañar a una cajera de un mercado de una estación de servicio. Le pide cambio de cinco pesos; y luego toma ambas sumas; o sea: el cambio que le extiende la muchacha y los cinco pesos que él debía darle en su lugar. Ésta es una jugada similar a la que le hace Artur al dueño del negocio de estampillas de la calle Wspolan, cuando toma, al mismo tiempo la estampilla y los cuatro mil zlotys.
¿Puede ser que estas afinidades y convergencias sean sólo casualidades?. No lo creo. Fabián Bielinsky como buen director y guionista de cine con apellido polaco, debe haber tenido, sin duda, en mente a Krzysztof Kieslowski; cuando ideó la trama de “Nueve Reinas”
Incluyo debajo las fotos respectivas, con sus descripciones y el trailer del film. Esto con un doble propósito, comparativo e ilustrativo.
La serie de las nueve reinas, sellos alemanes de la época de la República de Weimar. Los estafadores intentan vendérselas a un coleccionista español. Pero las estampillas iniciales son falsas. Como a ellos, a su vez, se las roban, terminan comprando las originales e intentan vendérselas al millonario por una suma mucho más elevada. (Película “Nueve Reinas).
El ladrón más joven intenta engañar a una cajera de un mercado de una estación de servicio. Le pide cambio de cinco pesos; y luego toma ambas sumas; o sea: el cambio que le extiende la muchacha y los cinco pesos. Logra su cometido, pero falla cuando intenta hacerlo nuevamente con otra de las cajeras. Ahí es cuando el otro ladrón se hace pasar por policía para salvarlo del aprieto y a partir de entonces comienzan a “trabajar” juntos. (Película “Nueve Reinas”).
En la primera toma de la película vemos al protagonista Roman diciéndole a un conocido: “Deseo saber la verdad, por eso he acudido a ti”.
El hombre con quien habla es un amigo de él, médico. Sabremos que Roman tiene problemas para tener relaciones sexuales y que a partir de entonces no podrá tenerlas.
El médico le confirma que las pruebas son concluyentes y también los síntomas. El médico le sugiere que se divorcie de su esposa.
En la siguiente secuencia, Roman embiste con el automóvil una señal del kilometraje en el costado de la autopista.
La imagen de ira que el protagonista traduce se asemeja a la toma final de “Decálogo Cinco”, cuando el abogado Piotr grita: “Te odio, te odio” tras la ejecución de Jareck.
Será en esta oportunidad que veremos pasar al Hombre del Destino. En este caso, va en una bicicleta que lleva un pequeño carrito de carga detrás.
Teófanes reaparecerá hacia el final del film, usando una boina y la misma bicicleta.
Roman (también apodado Romek en el film) abre la guantera del auto, pero no logra cerrarla.
Es un día lluvioso y él permanece a la intemperie, en la puerta de su hogar, pues no se atreve a entrar en su departamento.
Se repite, una vez más, el mismo escenario que en las demás entregas de “Decálogo”, el complejo de apartamentos de Varsovia.
La mujer de Roman, Hanka baja a buscarlo, diciéndole luego, que había escuchado el ruido del motor del auto.
Ya en el ascensor, ella le pregunta: ¿Tenías miedo de que te viese?.
Y él le responde afirmativamente.
Él le pregunta a ella: ¿No quieres saber por qué fui a Cracovia?.
Ella le responde que seguramente ha ido a ver a algún amigo. Él le dice que sólo le queda uno allí.
Esquivan el tema y hablan luego de un trabajo que él tuvo en Zagreb, como cirujano, pero que había tenido que dejar porque el dinero del salario se había devaluado a la mitad de su cotización original.
Las primeras imágenes dentro del departamento son sugestivas. Se observa un teléfono negro, y un cobertor de vidrio para atenuar el sonido de las llamadas entrantes. Este protector de vidrio nunca en el film cubre el teléfono, siempre está ubicado al costado del mismo.
Otras notas respecto al departamento.
Una afinidad con “Decálogo Dos”, es la presencia de muchas plantas en las habitaciones, algunas similares a potus que caen hacia abajo desde las macetas ubicadas sobre las paredes.
Recordemos que el médico de “Decálogo Dos” también tenía plantas, y las cuidaba casi con devoción, glorificando la vida. Dorotka, por su parte, arrancaba las hojas de una planta suya, representando con esta acción una tendencia tanática de destrucción y muerte.
Una similitud con la trilogía de los tres colores (“Bleu”, concretamente) es la mística de los escenarios “azules”.
El color azul está presente en “Decálogo Nueve” quizás con la misma intensidad que el blanco en “Blanc” y en “Decálogo Uno”.
Volviendo a la progresión de la película: entre el momento de la cena y el de acostarse, la pareja se maneja con misivas, como si los dos supiesen algo de lo cual prefieren no hablar.
Finalmente, en la cama, Roman le dice a Hanka: “Fui a ver a Mikolaj, él me examinó e hizo todos los análisis. “No tengo oportunidad de volver a tener relaciones sexuales”. Y agrega ante la mirada de la mujer: “Son hechos, no hipótesis”.
Hanak trata de consolar a Roman. Le dice que igualmente lo ama y que quiere seguir con él: “El amor no se da sólo cinco minutos a la semana, el amor verdadero está en el corazón, no entre las piernas”, son sus palabras. Y luego Hanak agrega: “A mí lo que me importa es lo que tenemos, no lo que nos queda por tener”.
Él le dice que se busque un amante, agregando: “Si es que ya no tienes uno”.
Ella le contesta que no lo tiene y permanece fiel a su idea de que aunque Roman no pueda tener relaciones, quiere permanecer junto a él, de todas formas.
Romek le contesta: “Quizás en este momento todo sería más fácil si tuviéramos un hijo”. “Nunca hemos querido tenerlo antes”, agrega inmediatamente.
Resulta interesante destacar un contrapunto aquí con “Decálogo Dos”.
En dicha entrega; Dorotka no podía tener hijos, pero quedaba embarazada de su amante antes de que su marido entrase en una situación de salud delicada: Esto llevaba a la protagonista a decidir que si su marido sobrevivía ella abortaría al hijo de su amante y que, en caso contrario, si su marido muriese, tendría al hijo de su amante.
En el caso de “Decálogo Nueve”, la esterilidad sobreviene a la posibilidad de tener un hijo. Por lo cual la progresión es inversa, con respecto a “Decálogo Dos”.
Al día siguiente, Roman parte a su trabajo. Su mujer lo mira desde la ventana y se saludan con la mano.
Un hombre pasa corriendo en traje deportivo y Roman se esconde, como para no verlo. El hombre, por su parte, huye de él. Luego sabremos que se trata del amante de Hanka.
Ya dentro del hospital, el protagonista se encuentra con una joven paciente que quiere someterse a una operación cardíaca para poder potenciar su voz y realizar una carrera de canto.
De hecho, ella le contará que a causa de sus afecciones cardíacas, no fue aceptada en el Conservatorio.
Roman y la joven fuman en una ventana, como en “Decálogo Ocho”, cuando Elzbieta fuma en presencia de la profesora mientras hablaban.
Durante la conversación, la joven se encarga de aclararle a Romek que la operación ha sido idea de su madre, para impulsarla en la carrera artística. Él le pregunta: ¿pero usted, qué es lo que quiere”. Y la joven le contesta: “para mí, vivir ya es suficiente”.
La joven canta ópera, y especialmente a Bach, Mahler y Van Den Budenmayer.
Respecto a Van Den Budenmayer, es preciso hacer una aclaración. El nombre es un homónimo ficticio de Preisner, el compositor de la música de las películas de Kieslowski. Se alude a él en “Decálogo Nueve”, por primera vez.
Luego también se lo nombra en “La Double Vie de Veronique” y en la “Trilogía de los Tres colores”, concretamente en las entregas de “Bleu” y “Rouge”.
Sabremos que la mujer a la cual la joven paciente se refiere es una madre omnipresente y omnisciente, quien deposita deseos frustrados en forma de proyección de expectativas en su hija.
El rol de madre exigente que determina el futuro de su hija, sin darle lugar a opciones es muy similar al papel que desempeñaba la madre de Makja en “Decálogo Siete”.
Roman le dice a la joven que ese tipo de operaciones cardíacas eran el último recurso, sólo recomendables cuando no se puede hacer otra cosa dado que se realizan cuando existe peligro de muerte y el propósito es consecuentemente, el de salvar vidas. La joven le contesta a Roman: “Cada cual tiene sus propias necesidades. Mi madre quiere que yo lo tenga todo”. Y continúa: “Yo, por mi parte, necesito muy poco”. Simultáneamente, hace un gesto con la mano que da a entender que contiene ciertamente poco entre sus dedos.
En una próxima secuencia, cuando Hanka llega al departamento, Roman está escuchando al compositor holandés que la paciente cantaba.
Llaman por teléfon. Roman contesta y es un hombre que quiere hablar con Hanka, pero ella no se encontraba allí.
Hanka vuelve del trabajo y le dice al protagonista que ya había escuchado antes a Van Budenmayer y que le gustaba mucho ese concierto. Le regala un saco que la había comprado. Vuelve a sonar el teléfono, y esta vez atiende Hanka. Luego sabremos que ella hablaba con su amante. Será Roman quien instalará un aparato para interceptar las conversaciones telefónicas de su esposa y descubrirá el affaire que ella estaba teniendo con otro hombre.
Nuevamente en el hospital, Roman se junta con la joven paciente. El protagonista le comenta que ha escuchado a Van den Budenmayer. Y ella tararea una parte del concierto, siguiendo el ritmo con la mano
Mientras él bebe un café, conversan y ella le pregunta si siempre había querido ser cirujano y si no había deseado tener una familia e hijos.
Romek le contesta categóricamente diciéndole que “nunca había pensado en eso”.
Roman luego encuentra en su automóvil un cuaderno con ejercicios de Física.
El nombre que aparece en la tapa es: Mariusz Zawydzki.
Enseguida sabremos que Mariusz era el amante de Hanka.
Por lo visto, Roman sospechaba de esta relación clandestina con este hombre, porque al pasar por un contenedor público de basura, se detiene impulsivamente y lo arroja allí.
Una anciana inmediatamente después, vacía un bote de basura en el contenedor.
El protagonista parece arrepentirse y vuelve sobre sus pasos, buscando el cuaderno entre la basura.
Éste está manchado, Roman limpia la tapa, superficialmente con un pañuelo de papel y lo guarda nuevamente en la guantera del auto.
Cuando llega a la casa, Hanka duerme. A su lado, sobre la cama, hay un libro que ha dejado de lado antes de dormirse.
Roman aprovecha la ocasión para revisarle el bolso. En su agenda encuentra un número de teléfono que intenta memorizar repitiendo en voz alta los dígitos: once, veintitrés, cuarenta y cinco “, repite.
En una toma siguiente, que luego se duplicará en parte al final del film, Roman sale en bicicleta por lugares rocosos y culmina su circuito lanzándose por una pendiente hasta caer en un arroyo.
El nuevo pretexto del protagonista para averiguar más acerca de la posible relación de Hanka con su amante con surgirá a raíz de un viaje que la madre de Hanka está por realizar.
Roman lleva a Hanka al aeropuerto, donde ella trabaja en la oficina de atención al cliente.
Cuando está por despedirse, ella le dice a Romek que se había olvidado de retirar un paragüas y un chal negro de la casa de su madre, puesto que ella los quería llevar consigo en su viaje.
Romek le dice a Hanka que no se preocupe, que él los recogerá de la casa de su suegra, pues tiene una hora libre en el hospital. Entonces le pide a Hanka la llave de la casa de la madre de ella. Y Hanka se la da.
Nuevas correspondencias con otras entregas de “Decálogo”.
El aeropuerto, que aparece como escenario en “Decálogo Cuatro”, y a donde Anna va a buscar a su padre Michal.
La imagen de la guantera del auto, que se repite también en varias ocasiones en “Decálogo Cinco”. Es en una guantera donde el taxista guardaba sus emparedados, uno de los cuales comería Jarek después de asesinarlo a sangre fría.
Finalmente, la insistencia casi compulsiva por seguir a una mujeres una tendencia obsesiva que Roman comparte con Tomek, el protagonista de “Decálogo Seis”, quien espía desde su ventana con un catalejo a su vecina de enfrente, Magda.
Siguiendo con la secuencia de Decálogo Nueve”, luego Romek va a la casa de la suegra y busca los objetos que Hanka le había señalado para dárselos a su madre antes de que se marche. Roman toma, entonces, el chal y el paragüas.
Enseguida, el protagonista ve unas revistas sobre una mesa del living. Las levanta y confirma lo que había creído ver. Es decir, que debajo de las mismas estaba el cuaderno sucio de Mariusz, y que recientemente habría ocultado allí su esposa.
Entretanto Hanka llama a Mariusz y le pide que no la llame a su casa.
Arreglan que se verán los martes y jueves a las ocho menos diez.
Él le comenta que le había enviado a la casa de la madre una postal con una imagen graciosa, en la cual le decía que la quería y que esperaba que acudiera a la próxima cita.
Mientras está en la casa de la suegra, Roman recuerda el teléfono que había memorizado de la agenda de su mujer.
Y llama a Mariusz sólo para escuchar su voz. Luego corta.
Apenas cuelga el teléfono, es Hanka la que llama entonces a Romek desde la oficina del aeropuerto. Le dice que se dé prisa en llevarle las cosas de su madre y, como al pasar, le recomienda que “no merodee por la casa, porque a la madre de ella esto no le gustaba”.
Justo antes de marcharse, a Roman se le ocurre revisar el buzón de correo de la casa.
Y allí encuentra la postal que Mariusz le había enviado a su mujer; y la lee, antes que ella haya podido hacerlo.
Es una foto del papa Juan Pablo II, que hace un gesto circular con los dedos de ambas manos; sobre sus ojos, como simulando que llevaba anteojos.
La presencia del Papa polaco nos remite a “Decálogo Uno”, entrega en la cual la tía de Pawel le mostraba al niño un par de fotos del Papa que ella misma había tomado en una misa del Máximo Pontífice.
En estos diálogos a partir de cosas y objetos habituales se capta la interferencia de la creciente sospecha que ambos experimentan uno respecto al otro.
Roman que sabe que ella tiene un amante (Mariusz) y Hanka que, por su parte, sospecha, casi asumiendo con certeza, que Roman sabe que ella tiene un amante.
Esto genera una dialéctica del ocultamiento y una sucesión de mentiras cuyos efectos se harán notar con la lógica de una progresión que va continuamente en aumento.
Ese mismo día, Hanka y Mariusz se encontrarían en la casa de la madre de ella para tener un intermitente encuentro amoroso.
Como Roman ya lo sabía, va a la casa de su suegra y se esconde debajo de una escalera de madera. Espera y luego se conforma con ver salir primero al amante de Hanka y luego a ella.
Cuando Hanka está por subir al auto, deja primero el bolso sobre el capot y se sube luego.
Una vez dentro el vehículo baja la cabeza acongojada por el peso de la mala conciencia de su infidelidad y toca varias veces la bocina, como manera de descargarse. Las luces del frente del auto se encienden y apagan sucesivamente.
Roman asiste a la escena observando desde la ventana de la casa de Hanka. No lo vemos mirando a Hanka, pero la cámara capta la escena desde esta perspectiva en altura.
Cuando ella llega al apartamento de ambos, él la estaba esperando allí.
Romek le dice, apenas ella entra: “No podía dormir… Dime tú que eras buena en física, no podía recordar aquel principio que dice, la pérdida de peso que experimenta un cuerpo en flotación es igual a … ¿Como seguía?”.
Ella completa el principio: “Es igual al peso del volumen de agua que dicho cuerpo desplaza”, haciéndose la desentendida respecto al tema, y “desplazando” cualquier misiva implícita que pueda “pesar” en su contra.
Luego, Mariusz llama por teléfono a Hanka y Roman intercepta la conversación como lo había hecho previamente con un pequeño audífono.
Los amantes arreglan para verse a las seis de la tarde, por pedido de Hanka.
Interceptar comunicaciones telefónicas, escuchar conversaciones ajenas. Un detalle que ya se ha visto en “Decálogo Cuatro” cuando Michal levanta el tubo del teléfono para escuchar la conversación de Anna, su hija, con su prometido. También reaparece el tema en “Rouge”.
Al llegar la protagonista a la casa de su madre, donde iba a encontrarse con Mariusz, Roman estaba nuevamente escondido allí detrás de un mueble.
Cuando Mariusz llega, Hanka le dice que ésa será la última ocasión en que se verán y que nunca más volverán a tener relaciones.
Mariusz intenta convencerla de que sigan juntos. Él es más joven que ella y pareciera que está realmente enamorado.
Mariusz le dice que la quiere y hasta le propone matrimonio, sugiriéndole que se divorcie de Romek.
Una historia de amor que en este sentido de las diferencias de edades y expectativas se asemeja la relación entre Tomek y Magda, en “Decálogo Seis”.
Aunque en aquel caso, y a diferencia de éste, no hay relaciones sexuales entre los protagonistas; y sólo se observa una tentativa sexual frustrada entre ambos, que lleva a Tomek a intentar suicidarse.
Cuando Hanka está por salir de la casa, escucha un ruido y descubre a su marido que había estado espiándolos.
Ella le ordena que salga de su escondite. Hanka le dice a Roman: “¿Querías pasarla bien mirando cómo me acostaba con él?. Tendrías que haber venido la semana pasada entonces”.
Roman, con la mayor sinceridad, le contesta: “La semana pasada también estuve aquí”.
Y luego él etapa las orejas, en un gesto simétrico con el de Tomek en “Decálogo Seis”, previamente a la escena de la tentativa de suicidio.
Un aspecto curioso es que aquí Hanka pareciera asumir el mando hasta el momento, pero enseguida la polaridad de fuerzas se invierte. También sucedía lo mismo con Magda y Tomek, hacia el final de “Decálogo Seis”.
Invirtiendo la lógica de la dominación y el dominado, será entonces la protagonista quien le rogará a Roman que “no la abandone”.
Él apenas tiene fuerzas para abrazarla, como ella le pide que haga.
Roman le dice a Hanka: “No tengo derecho a estar celoso, no es algo que pueda exigirte”. Ella le contesta, llorando: “Por supuesto que tienes ese derecho”.
Y la protagonista agrega finalmente, reforzando la hipótesis de la inversión de roles: “No te volveré a mentir nunca más, no quiero tener que esconderme detrás de un armario”.
Ambos concluyen que efectivamente las cosas hubieran sido distintas si ambos tuvieran un hijo. Y esbozan la posibilidad de adoptar un niño.
Pero en forma inmediata, el plan es “tomarse un descanso el uno del otro”.
Hanka le sugiere a Romek que se tome unas breves vacaciones, pero es él quien invierte la opción del receso a favor de la protagonista, quien en definitiva fue quien lo engañó.
De hecho las palabras textuales y claramente irónicas de Roman son: “No, prefiero que seas tú la que te vayas, yo no me iré con `ese físico´”.
Es casi absurda la contradictoria asunción explícita de la idea que tiene el protagonista de que Hanka volverá a ver a Mariusz a propósito del “descanso que se habría tomado de su marido, Roman”.
Nuevamente tenemos aquí un punto elocuente en relación a la dinámica de fuerzas de la pareja que forman los protagonistas y un aspecto que pone en duda el papel que cada uno cumple en la dicotomía de las características fuerte/débil.
En la siguiente secuencia, Roman compra un par de esquíes para que Hanka use en sus vacaciones.
Una nueva correspondencia con “Decálogo Dos”: la mística de la nieve.
Basta recordar que el marido enfermo de Dorotka era escalador y que en su departamento había fotos alusivas: Además había una referencia concreta cuando un compañero del Club de escaladores le traía a Dorotka el equipo del marido y ella lo interpretaba como un ritualismo prematuro, que antecedía a una muerte aún no acaecida, (aunque quizás demasiado “anunciada” dada la gravedad de la enfermedad de su esposo).
Entretanto, Mariusz va a la oficina del aeropuerto donde trabaja Hanka y le pregunta el valor de un pasaje a Melbourne.
Ella se excusa diciéndole que ese destino no es de su competencia y llama a un compañero para que atienda a su ex-amante.
El compañero de trabajo que atiende a Mariusz se llama Janusz, como el protagonista de “Decálogo Tres”.
Mariusz viaja a Australia, como el ex amante de Magda en “Decálogo Seis”, de quien sabemos en detalle por la conversación que tienen la protagonista y Tomek en el bar, a propósito de su primera cita. ¿Habrá viajado Mariusz finalmente a Australia y por lo tanto habrá sido también amante de Magda, antes de que ella conociera a Tomek?…
Hanka embarca como habían decidido en un tren con rumbo a la pista de esquí de Zakopane, de vacaciones.
Roman la acompaña. Se despiden conversando sobre las tratativas para disponer en breve tiempo de la adopción de una niña.
Hanka ya está arriba del tren. Romek le toma la mano y ella le pregunta si quiere que lo llame todas las noches. Él le contesta que no es necesario.
Mientras el tren arranca, ella remata con una pregunta que Roman, todavía tomado de su mano, no llega a responderle: ¿Confías en mí?, es dicha pregunta.
En una toma posterior, vemos a Romek en el hospital donde trabaja.
Conversa con la joven paciente que ya se ha operado finalmente del corazón para aumentar su frecuencia cardíaca y lograr una mejor performance con la voz.
Roman le pregunta a la joven cómo se encuentra. Y ella le responde: “le odio”.
Obviamente se refiere a la madre, por cuya intermediación llegó ella a someterse a una operación quirúrgica de alto riesgo.
El protagonista le contesta: “¿Por qué. Fue usted la que accedió”. Y la joven responde: “Sí, pero no era lo que quería”. “Ha sucedido algo, se encuentra mal?”, le pregunta Romek. “Todavía no, pero ya soy una persona distinta… Ahora quiero cantar para el gran público”, contesta ella.
Este diálogo entre el protagonista y su paciente tiene bastantes afinidades con el que tienen Wojtek y Majka en “Decálogo Siete”, a propósito de la decisión de la madre de Majka de asumir como hija propia a la hija de la protagonista, Ania.
Ya en su casa, Romek vacía una botella de vidrio de leche en un recipiente y la pone al fuego. Mientras tanto mira por la ventana a una niña que juega con una muñeca y sonríe pensando en el proyecto de adopción que han pautado recientemente con Hanka.
Un dato especial: la niña es la misma actriz que interpretó a Ania en “Decálogo Siete” (Katarzyna Piwowarczyk).
La botella de vidrio de leche: un ícono visual en “Decálogo”. Aparece fundamentalmente: congelada en “Decálogo Uno”, bebida desde el pico por Magda y repartida por Tomek en “Decálogo Seis” y en otras entregas con menor primacía, como en “Decálogo Dos”, “Decálogo Ocho”.
En la próxima secuencia, vemos Hanka, quien ya está en la pista de esquí. Por un altoparlante, una voz dice que los tickets de entrada a la pista se han agotado, indicando que los nuevos se venderían recién el día siguiente, a partir de las siete de la mañana.
Mariusz sorprende a Hanka, agitando entradas para la pista de esquí y diciendo: “Dos por diez, treinta”; en alusión a un valor matemático en el cual el resultado incluye un tres invisible, que es presumiblemente el tercero en discordia. O sea, en este caso Roman; equivalente a : “Tres por diez, treinta”.
Hanka le pregunta a Mariusz qué hacía allí y él le contesta que “había supuesto que estaría en Zakopane esquiando”. De hecho, fue ella misma quien antes le había dicho que quería tomarse vacaciones allí.
Hanka piensa inmediatamente en Roman y se acuerda de que no lo había llamado ese día, tal como le había prometido.
Sale corriendo y toma un trineo. Se dirige a una cabina telefónica y llama al hospital donde su marido trabajaba.
Lo atiende una mujer que le dice textualmente: “El Doctor Nycz llamó diciendo que hoy no vendría”.
La protagonista comienza a preocuparse y le pide a la mujer que si su marido llegar a llamar al hospital, le dijese que ella estaba de viaje de regreso a Varsovia y que volvería en el primer tren que pudiese abordar, para estar de nuevo allí a la tarde.
Hanka quiere hacer otra llamada, pero una mujer que estaba detrás de ella le dice que ahora es el turno de ella y que no se demoraría porque haría sólo una breve llamada local.
La protagonista espera impacientemente, intuyendo que algo malo podía ocurrirle a Romek.
De hecho, el protagonista en ese momento ya ha escrito una carta despidiéndose de su mujer.
Roman había pensado en quitarse la vida, debido a la sumatoria del desengaño amoroso y la frustración que la falta de resolución sexual había venidotraduciendo en la relación entre él y su mujer.
Ésta es una remarcable semejanza con la decisión de Tomek de suicidarse, tras el frustrante encuentro amoroso con Magda en “Decálogo Seis”
Finalmente Hanka llama a Roman, cuando la mujer termina de hablar. Pero, en esta ocasión, él no contesta el teléfono.
Hanka se decide a volver a Varsovia por todos los medios y se sube a un autobús. Aduciendo que se trata de una emergencia, y que “debe estar cuanto antes en Varsovia”, la protagonista logra que la dejen viajar sin pasaje.
Cuando el protagonista llega a la parte superior de la autopista, se arroja con la bicicleta por la pendiente de la ruta y cae varios metros abajo.
Teófanes se lo cruza en su marcha en descenso y ve al hombre que yace inerte en el suelo, mientras una de las ruedas de su bicicleta azul aún sigue girando.
Hanka entretanto presiente que algo malo puede pasarle al marido. En el trayecto en el a Varsovia, aparecen varios primeros planos de la protagonista, que así lo dan a entender. Esto sucede en forma simultánea a la secuencia del intento de suicidio de Roman.
Finalmente Hanka llega al apartamento que compartían con Romek.
Lo llama por su nombre y lo busca en la casa, pero él no está allí.
Cuando ve una carta sobre el teléfono dirigida a ella, se pone a llorar desconsoladamente. Hanka toma la carta en sus manos, sin embargo, no se atreve a abrirla y leerla.
Romek por su parte ha sobrevivido milagrosamente al intento de suicidio.
Mientras Hanka lee la carta, él está en una camilla en un hospital, enyesado.
Una enfermera se acerca a él y le pregunta si la puede escuchar.
Él asiente y la mujer le señala, tras haber llamado al hotel de Zakopane donde se hospedaba Hanka, que: “Su esposa no estaba allí y que había partido urgentemente de regreso para Varsovia”.
Roman le dicta el número de teléfono de su casa a la enfermera.
Mientras Hanka sigue aún conmocionada, llorando tras haber leído la carta, suena, insospechadamente,el teléfono. La protagonista contesta. La enfermera le pasa a su marido.
Hanka escucha su voz, diciéndole “hola”. La mujer sonríe aliviada y dice: “Estás bien, así que estás bien”.
Romek sólo atina a contestarle débilmente: “Sí, lo estoy”.
La película comienza con una toma en la cual se observa a una mujer algo mayor, corriendo con ropa deportiva en una zona arbolada.
La protagonista se encuentra al volver de su rutina de ejercicios, y al llegar a su casa en los monobloques de apartamentos de Varsovia, con un vecino que le comenta que ha conseguido unos sellos postales con la figura de un tres Zepelines alemanes del año 1931.
Llega a su apartamento. Endereza un cuadro torcido sobre la pared y pone unas flores blancas en un florero del aparador.
Luego sale en un su auto, con rumbo a la Universidad donde trabaja como profesora.
Al llegar a sala sala de profesores, el director le presenta a una mujer, llamada Elzbieta Loranz. Ella ha traducido escritos de la profesora, del polaco al inglés. Está realizando una investigación sobre los judíos que lograron escapar del Holocausto y vive en Estados Unidos, pero está en Polonia por motivos laborales. Loranz pretende asistir a las clases de la profesora, y esta última accede. De hecho, ya se conocían: anteriormente la profesora había ido a Estados Unidos y fue Loranz quien se encargó de hacerla conocer New York.
En la siguiente toma, nos encontramos en la clase magistral de la profesora. Elzbieta Loranz está presente, sentada en uno de los bancos, como cualquier otro alumno y tiene un grabador encendido. Posiblemente se trate de una clase de Filosofía, más concretamente de Ética.
El tema a desarrollar es “El infierno moral”.
Una de las alumnas sugiere un episodio a partir del cual se elaborarán las disertaciones de los alumnos. El caso que la alumna presenta nos remitirá a “Decálogo Dos: No invocarás el nombre de Dios en Vano”.
La alumna relata el caso en cuestión. Textualmente:
“Un hombre se está muriendo de cáncer y está siendo tratado por un médico especialista que es un cristiano creyente. El doctor vive en el mismo piso que el paciente y la esposa de éste. La esposa comienza a hostigar al médico. Ella quiere saber si el paciente puede sobrevivir o si la progresión de la enfermedad es irreversible. El médico no puede decírselo porque para él esto significaría dictaminar una sentencia de muerte. Como creyente cristiano tampoco puede decírselo. Pero la mujer sigue acosando al médico cada vez con mayor insistencia. El médico intuye que esto debe responder a algún motivo. Y, efectivamente, esto es así: la mujer está embarazada, pero el niño es de otro hombre. El marido no sólo no lo sabía sino que parecía ser que la mujer no había podido quedar embarazada nunca antes. Ella quiere a su marido, pero al mismo tiempo desea a dar a luz. La mujer decide lo siguiente: si su esposo sobrevive a la enfermedad, abortará; pero si él muere, tendrá al niño. Por ende, el médico tiene en sus manos la vida del niño, le guste o no y no puede sustraerse de esta responsabilidad”.
Mientras la alumna relataba la anécdota, Elzbieta Loranz jugaba con su cadenita dorada con un dije con una cruz en la misma.
Al terminar de relatar la historia, la profesora acota: “Conozco el final de esa historia… Varsovia es una ciudad pequeña. Y añadiré un punto que quizás sea el más relevante: les diré que el niño vive actualmente”.
Elzbieta se acerca al primer estrado de madera y se excusa frente a la profesora diciendo que desde atrás no podía grabarla bien.
La profesora les pide a los alumnos que, como tarea, identifiquen el heroísmo en los caracteres del relato sugerido por la alumna, y anticipa: “conocer los arquetipos ayuda, aunque creo que éstos son distintos a los míos”.
Luego interviene Loranz y pide permiso para proponer ella un caso. La profesora acepta.
Elzbieta Loranz cuenta una historia que se remonta al invierno de 1943, casi a fines de la segunda Guerra Mundial y con los Nazis ocupando Polonia.
La heroína de la historia de Elzbieta es una niña judía de seis años, que ha pasado un tiempo escondida en un sótano de una casa; su padre ya estaba confinado en un gueto. Un allegado que se oficia de tutor de la niña le trata de conseguir otro escondite, pero la niña debe cumplir un requisito, que es contar con un certificado de Bautismo. Así, un cura la convierte en cristiana.
Luego, la niña visita con su tutor a un matrimonio que ha accedido a apadrinarla. Van ambos a la casa de la pareja.
Cuando llegan, la mujer les ofrece té caliente. Ella parece tranquila, pero el marido está nervioso, camina alrededor de la mesa y no se saca las manos de los dos o tres minutos que dura la breve visita.
De hecho, resulta ser que la inicial propuesta se frustra y la mujer les dice que “habiendo reflexionado sobre el asunto, concluyeron que, como cristianos que eran, no podían mentir sobre aquello en lo que creen”.
El tutor intenta persuadirlos, pero, es en vano. Les pide que tengan compasión por la niña y que olviden lo del falso testimonio.
Agrega que “la mentira que habían planeado para proteger la vida de la niña, no hubiese sido incompatible con sus propósitos morales, conociendo la causa que la provoca”. Pero no logra convencerlos. La niña toma un sorbo de té y se marchan.
Abajo, en el portal del apartamento, la niña le advierte al tutor que “es casi toque de queda”, pero el hombre tarda en reaccionar, impactado y frustrado por el reciente episodio.
En el transcurso del relato, vemos al Hombre- Guía, llamado “Teofánes” por el propio Kieslowski, que personifica el Destino en la serie “Decálogo”. Una aclaración respecto al nombre: Teófanes se traduce como “aquel a quien Dios se deja ver”, “el hombre a quien se le aparece Dios”. En un sentido metafórico; “es el que posee la inspiración divina”.
En este caso, aparece sentado como un alumno de la clase, apoyado contra una pared de madera.
En un momento levanta su vista y mira fijamente a la cámara.
Este movimiento coincide con la parte del relato en la cual Elzbieta Loranz cuenta que la mujer le dice al tutor que ella y su esposo “no podrán mantener la promesa de albergar a la niña”.
Además, se da una interrupción. En un momento ingresa al aula un hombre, vacilando mientras camina, posiblemente alcoholizado.
No queda claro si es un alumno o alguien ajeno a la clase, pero uno de los alumnos se encarga de echarlo y la profesora le pide que se retire de la clase. Luego la profesora vuelve a su escritorio, pero antes se percata de que su portafolio está en el piso, y lo levanta.
La profesora le pregunta a Elzbieta Loranz, luego de que ella hubo culminado con la historia, “si conocía detalles concretos del caso”.
Y Elzbieta refiere que: “el té que tomaron fue servido en unas tazas de porcelana de distintos juegos; había una lámpara de kerosene verde, pero estaba apagada; y alguien más estaba presente: un hombre en silla de ruedas, sentado de espaldas a las demás personas”. La profesora se siente algo acongojada durante el transcurso del relato, y aún más cuando Loranz le revela los detalles finales.
Sin embargo, procura mantenerse indemne e inquiere a sus alumnos acerca de los posibles motivos por los cuales el matrimonio decidió romper la promesa inicial. Uno de los alumnos sugiere que la causa podría haber sido el miedo, Loranz le contesta que el miedo no justifica esta acción. El alumno contesta que sólo trataba de identificar un motivo, no de avalar la decisión de la pareja.
La profesora les pide a los alumnos que consideren también el segundo caso planteado por Elzbieta, como tarea. Les encarga, además, que traten de buscar las causas que puedan haber llevado al matrimonio desandar la marcha. Y agrega: “Busquen motivos que les permitan tratar de entenderlos”.
Al terminar la clase, Elzbieta y la profesora se encuentran en un pasillo. Loranz está fumando, cerca de una ventana lateral.
A partir de la conversación que ellas tendrán, sabremos que la historia que Loranz relató en la clase era su propia historia y que la profesora era la mujer del matrimonio católico que inicialmente se había ofrecido para protegerla de los nazis, pero que luego fue incapaz de mantener su promesa, por conculcar la misma con un mandato cristiano.
La historia real era casi idéntica a la relatada por Loranz. A no ser por algún detalle que la propia Elzbieta se encargó de ocultar para no revelar a los alumnos las simetrías que podrían revelar que aquélla mujer de la historia era la profesora misma.
Por ejemplo, el nombre de la calle del relato era Mokotow, y el de la calle real del apartamento del matrimonio católico era Noakwskiego. La profesora es entonces la que identifica a la historia como efectivamente propia; pero no los alumnos.
Y le dice entonces a Elzbieta Loranz: “De manera que eres tú y estás viva, he pensado en ti durante todos estos años, siempre que veía a alguien jugando con una cadenita de oro me decía a mí misma: ¡Dios mío, está viva!.”
Loranz le cuenta que sobrevivió gracias a que una familia de Praga la protegió.
Vivió con ellos durante dos años allí y luego se marcharon a Estados Unidos, donde el padre adoptivo murió.
La profesora le pregunta por qué viajó tantos kilómetros para decirle esto, habiendo tenido la oportunidad de hacerlo antes, cuando ella había estado en Norteamérica.
Elzbieta le contesta: “Iba a decírtelo allí. Pero no puede. Luego pensé en escribirte una carta, y finalmente vine a Polonia. Pero si no hubiese sido por esas palabras a propósito del niño de la historia, creo que no te lo hubiese dicho nunca”.
Queda claro que Elzbieta no le guarda rencor a la mujer.
Aún más, nos enteramos de que la profesora no ha permanecido ajena a las necesidades de los otros por palabras de la propia Elzbieta Loranz, cuando le dice a la mujer: “Hay quien cree que cuando uno salva a otra persona es porque tiene un don especial, y lo mismo se aplica para quien es salvado. Las cosas que tú has hecho son bien conocidas. Muchos, como yo, te deben la vida”.
La profesora invita a cenar a su casa a Loranz. Pero antes, van juntas con Elzbieta con el auto a la casa “real” de la calle Noakwskiego.
Elzbieta baja del vehículo y se asoma hacia el patio del edificio, pero no sube las escaleras. Intenta esconderse de la profesora, posiblemente con la intención de que ella vaya a buscarla.
En el patio del edificio, hay una especie de santuario con una virgen rodeada de velas, una figura muy similar a la que aparece en “Decálogo Uno”, hacia el final de la película, tras la muerte de Pawel.
Elzbieta desparece por un momento y la mujer trata de encontrarla en el edificio. Toca el timbre de tres de los departamentos. Parece ser que en el edificio es un prostíbulo encubierto donde trabajan clandestinamente varias prostitutas, una de las cuales le abrirá la puerta a la profesora.
En todos los casos, los propietarios le preguntan si está allí “por el anuncio”. Ella lo niega y pregunta por “una mujer que acababa de subir las escaleras y que era su amiga”. En la tercera ocasión, la profesora le pregunta al hombre que le abre la puerta: ¿Hay alguna otra entrada?. Él le contesta: “¿Lo dice por el anuncio?”. Ella contesta: “No, mi amiga entró en este edificio y nunca salió”. Y el hombre concluye finalmente, como si se tratara de una aporía: “Eso significa que nunca ha entrado”.
Cuando la profesora va hacia el auto, Elzbieta está dentro del mismo, en el asiento delantero de acompañante.
La mujer le dice: “Me has asustado, he estado buscándote. Hasta pensé que quizás nunca habías estado aquí”.
Y Loranz le contesta: “Pero aquí estoy, en un lugar horrible, y desde aquél momento del pasado yo, por mi parte, he decidido que nunca más me volvería a asustar”.
La profesora le pregunta por qué en cuarenta años nunca había vuelto a Polonia.
Y Elzbieta le contesta: “Porque es una humillación”. “¿Ser ayudado por otros?”, pregunta la mujer.
“Sí, nadie quiere presenciar el testimonio de su propia humillación. Cómo puede esta injusticia ser olvidada?. ¿Por qué unos son los salvadores y otros los salvados?, dice Elzbieta Loranz.
En la próxima secuencia, llegan ambas a la casa de la mujer. Elzbieta endereza el cuadro torcido ubicado sobre la pared, pero éste vuelve nuevamente y de inmediato a su posición anterior.
Las mujeres comen una cena frugal, a base de queso y beben té en tazas de porcelana de distintos juegos, tal como el detalle al cual se había referido Elzbieta en su relato en la clase.
La profesora rompe el silencio y le dice: “Te llevarás una decepción si hiciste este viaje para develar algún misterio… Las razones por las que renegué de ti aquella tarde son triviales, aunque el impacto que esa tarde tuvo en mi vida es un asunto distinto”.
Y continúa: “El hombre que daba vueltas alrededor de la mesa con las manos en los bolsillos era mi marido. Murió en ejercicio de su cargo en el Ejército en 1952… Fuimos informados de que la familia que iba a quedarse contigo trabajaba para la Gestapo. A través tuyo, del cura que te bautizó y de tu tutor, nos habrían atrapado primero a nosotros y luego hubieran dado con la Organización que ocultaba a los niños judíos de los nazis: Ése es todo el misterio”.
Pero aclara: “Mas tarde resultó ser que aquella información sobre la familia era falsa, sin embargo, por poco no fueron ejecutados por la Gestapo”.
La mujer, finalmente, le pide disculpas a Elzbieta por “haberla dejado totalmente sola y por haberla enviado a una muerte segura, sabiendo lo que hacía”. “Aquella tarde, nada bueno salió de mí”, afirma la profesora.
Y concluye: “Ninguna idea ni ningún pensamiento puede ser más importante que la vida de un niño”.
Entonces Loranz, que había traducido a la mujer al inglés, le dice: “Nunca me percaté de qué mencionaras a Dios en tus escritos”.
Ella le contesta: “No uso la palabra Dios, pero las palabras no son necesarias para estar segura de que el hombre es libre, libre para escoger. Puede escoger dejar a Dios de lado en algún momento, si quiere”.
El timbre suena. Es el vecino filatelista que viene a mostrarle rápidamente el sello postal de los tres zepelines alemanes de 1931. El hombre se excusa por interrumpirlas, le muestra a la profesora las estampillas y, antes de marcharse, y le pide a la mujer que se lo comente a su hijo.
Cuando se ha ido, Elzbieta Loranz le pregunta a la profesora: “¿Un coleccionista de sellos?”.
“Algo más que eso, a veces me muestra sus estampillas como si fueran fotos de sus hijos o sus nietos” contesta la mujer. Y agrega: “Es un vecino y te diré algo, también los personajes del relato de la clase, el paciente, su esposa y el médico también viven aquí”.
Elzbieta le pregunta, entonces, por su hijo y la mujer le contesta: “No quiere vivir conmigo, en pocas palabras: está lejos de mí”.
Aquí es donde resulta interesante remarcar la similitud entre el personaje de la profesora en “Decálogo Ocho” y que el de la madre adoptiva de Tomek en “Decálogo Seis”.
Respecto a esta convergencia, recordemos que en “Decálogo Seis” había una una madre, cuyo hijo “había escapado de ella” para alistarse con los Cascos Azules. En aquella entrega, Tomek, que era huérfano y amigo del hijo de la mujer, se mudaba a su casa reemplazando al hijo ausente. En dicha ocasión, la madre sustituta de Tomek le había dicho a Magda (la mujer a quien el joven espiaba desde su cuarto), “que no tenía mayores necesidades, pero que realmente no podía tolerar estar sola”.
Y resulta que aquí existe una nueva continuidad casual entre las distintas entregas de la serie, pues, en este caso la profesora en “Decálogo Ocho” le pide a Elzbieta que se quede a dormir en su casa y le ofrece el cuarto del hijo ausente, quien, según sus propias palabras, “estaba lejos de ella”.
Elzbieta accede y pasa la noche en la casa de la mujer.
A la mañana siguiente, la profesora se despierta más temprano y hace su rutina de ejercicios. Se encuentra con un hombre que es contorsionista y practica posiciones corporales muy difíciles. La profesora en un momento trata de imitarlo. Pero obviamente no lo logra. Él le dice: “Creo que es demasiado tarde para usted, no creo que pueda lograrlo”.
El tema que se plantea aquí no es inocuo. Se alude la inflexibilidad de las posturas de la mujer, y a la imposibilidad de cambiar las posiciones; como, por ejemplo, los estrictos lineamientos de la moral cristiana que guiaron a la profesora para anteponer un mandato religioso a la vida de una niña. Si bien han pasado cuarenta años, quizás se esté dando a entender que aquellos principios religiosos y morales permanecen intactos e igualmente rígidos.
La profesora vuelve a la casa. Elzbieta Loranz la espera para desayunar con queso y café sin azúcar como ella acostumbra comer desde que estaba haciendo una dieta magra.
También cambia las flores blancas del florero, habiendo salido a comprarlas mientras la profesora estaba haciendo ejercicio.
Elzbieta le pide un último favor a la mujer, antes de despedirse, y es que la lleve al distrito de Praga, para ver a la familia que iba a adoptarla en 1943. La mujer accede.
Llegan a la casa, que en realidad era un negocio familiar de costura y sastrería. Estacionan un auto adelante del mismo vehículo del taxista que Lazar Jareck asesina en “Decálogo Cinco”.
La mujer le dice a Elzbieta que la esperará afuera, porque no veía a esta familia desde la época de la guerra. Y después de que ella incumplió su promesa de conseguirles una niña, según la profesora: “sólo pudo pedirles perdón, y no fue suficiente”. La profesora le dice que vaya a verlos sola y que ella iría a hacer unas compras, para recogerla más tarde.
Elzbieta Loranz entra al negocio y la atiende un hombre.
Ella le dice que ha venido a hablarle del invierno de 1943 cuando él y su esposa estaban por adoptar una niña.
El hombre le contesta: “No quiero hablar de la guerra, ni de lo que ocurrió después, ni siquiera quiero hablar de lo que ocurre ahora”.
Elzbieta hace un nuevo intento y le dice: “Usted iba a salvarme la vida, me gustaría agradecerle el haberlo intentado. Yo tenía entonces sólo seis años”. Pero el hombre le repite que no quiere hablar de eso y sólo atina a contestarle: “Yo tenía veintidós años”.
Enseguida, el hombre le ofrece venderle un traje o un abrigo a medida, al tiempo que le muestra una revista de modas con algunos modelos. Elzbieta la mira y observa e inquiere: “Estas revistas son algo antiguas. ¿No se ofenderá si yo misma le traigo algunas más recientes?”.
El hombre le contesta que son las únicas revistas que tenía y que se las había enviado alguien del extranjero, hacía tiempo ya, agregando que “antes era imposible conseguirlas de otro modo”.
Elzbieta se da cuenta, por este indicio, de que el hombre tenía una tendencia a quedar anclado en el pasado y quizás apiadándose de él le pregunta nuevamente: ¿De verdad no quiere hablar conmigo?”. Pero el hombre vuelve a contestarle que no.
Elzbieta Loranz sale del negocio. La profesora estaba aún allí. “No me he ido, por si acaso”, le dice la mujer.
Elzbieta le dice a la mujer: “Él sólo quería hacerme un abrigo”.“Como lo imaginé, tuvo muchos problemas”, afirma la mujer.
“¿No es éste un país extraño?”, pregunta Elzbieta.
La profesora le contesta con una misiva, interrogándola: “¿Estuvo rezando ayer”. Elzbieta asiente.
Y mientras siguen conversando, el hombre afina los sentidos para tratar de descubrir qué dicen y las observa con una mirada perdida y ajena, desde adentro de la sastrería.
En la primera toma, vemos los típicos monobloques de apartamentos de Varsovia. Se una de las ventanas escucha el llanto de un niño.
Enseguida observamos a Majka, la protagonista quien devuelve un libro, comentando a la empleada de la biblioteca que no iba a presentarse al examen de la Universidad. En el libro faltan diez páginas que corresponden al semestre que iba a ser evaluado.
Majka aparece luego en una Oficina Pública. Está realizando un trámite para retirar un pasaporte para viajar a Canadá.
La mujer del Registro le dice que el pasaporte está listo, pero que si quiere llevar a la niña, debe consignar por separado un consentimiento materno.
Observamos aquí una de las icónicas ventanillas de Oficina Públicas, que aparecen también en “Decálogo Seis” y en “Decálogo Cinco”.
Una vez más, la ventanilla de la oficina pública es un lugar donde se oculta la realidad.
Basta citar el caso de Tomek en “Decálogo Seis”, el empleado que desde su puesto, parece no poder cumplir con las demandas del cliente. Tal es el caso del momento en que Magda va al Correo con un recibo a buscar el dinero de u giro postal y Tomek le dice que nada había llegado para ella, cuando en realidad, el recibo lo había expedido él mismo con el propósito de encontrarse con la mujer.
En “Decálogo Siete”, la ventanilla de la Oficina de Visas simboliza las vanas expectativas que desaparecen detrás del mero reflejo de la ilusión. Mientras Majka sólo busca su Pasaporte; la respuesta de la empleada de la Oficina es una exigencia que recae sobre la madre legalmente “legítima” de la niña con quien quiere viajar al extranjero. La ventanilla, en este caso, carece de un orificio u ojo; lo cual alude a la impermeabilidad administrativa con que los derechos maternos reales de la protagonista son acogidos. De hecho, no sólo no son receptados por la empleada, sino obstaculizados, por la solicitud del consentimiento escrito materno.
El llanto que se escuchaba al principio de la película era el de Ania, y provenía proviene de la casa de Majka y sus padres.
Tras los vanos intentos de Majka para calmar a la niña, la madre de Majka toma a la niña en los brazos y ella deja de llorar.
La mujer le pregunta a Ania si estaba llorando porque había soñado con lobos. Luego le dice que no hay motivos para tener miedo, porque “los lobos no existen”.
Majka se siente afligida y se acerca a su padre Stefan, llorando. Tras haber acostado nuevamente a Ania, la madre de Majka intenta interrumpirlos recordando que “deben despertarse temprano”.
Luego, Majka va a ver a Ania al Jardín de Infantes. Se esconde entre unos arbustos y luego, desde las rejas de la entrada, la llamada mientras la niña juega con su maestra. La pequeña permanece indiferente frente al llamado de Ania.
En la próxima secuencia, Ania asiste a una obra de teatro infantil con la madre de Majka, que suponemos es también su madre.
Majka aprovecha el final de la obra, cuando los niños suben al escenario y bailan con los personajes infantiles, para llevarse a la niña. Entonces, espía a la niña desde detrás del escenario, sonríe. Cuando Ania la ve, corre a sus brazos y Majka se la lleva con ella. Para lograr inmiscuirse por la parte trasera del escenario, la protagonista se había metido tras bastidores, distrayendo a la cuidadora del teatro al lanzar una pelota naranja por las escaleras.
Mientras la madre de Majka intenta encontrar a la niña, desesperadamente; Majka huye con ella.
Toman un tren y aparecen en un terreno donde hay un calesita en desuso en la que la niña se sube. Allí, Ania le pregunta a Majka, sin mayores vueltas, si “la ha raptado”. Majka le responde que ella es su verdadera madre.
Paralelamente, cuando la madre de Majka llega a su departamento, Stefan, su marido le dice que Ania se ha ido al monte Blezczachy, de excursión con compañeros de la Universidad.
Ewa (así se llama la madre de Majka) le cuenta a su marido que Ania había desaparecido.
Entretanto, Makja y su hija Ania van a la casa del padre real de Ania. Su nombre es Wojtek.
El hombre había sido profesor de literatura de Majka en la secundaria y ella había quedado embarazada de él, cuando tenía apenas dieciséis años.
En ese entonces, cuando Wojtek era profesor, Ewa, la madre de Majka, era Jefa de Estudios del mismo instituto al que concurría su hija. Ella se encargó de encubrir el embarazo de su hija y cuando su nieta nació, la adoptó como hija propia y hermana de Majka, quien fuera en realidad, su madre.
Por otra parte disuadió a Wojtek para que se mantuviera en completo silencio. Al respecto, el protagonista le contará a Majka que su madre le había dicho al padre de Majka que ella arreglaría el caso sin problemas ni dilaciones.
Mientras tanto, los ex amantes aclaran aspectos pendientes de su pasado.
Antes que nada, Makja le cuenta a Wojtek que había raptado a Ania y que se la llevaría lejos de la madre de Majka, o sea de la abuela de la niña.
Majka le dice a él: “Desde hace tiempo que la odio (a Ewa)”.
Wojtek le contesta: “Quizás tú no hayas cambiad, o sean polos opuestos”.
“Ambas cosas”, le responde Majka. Luego Wojtek le dice: “Sigues siendo un mundo de posibilidades: no has robado ni has matado a nadie”.
“¿Es posible robar lo que te pertenece”, le contesta Majka… “No he robado nada; y respecto a lo de matar; creo que podría matarla a ella (a su madre)”.
Y la protagonista continúa: “He aprendido hace poco quién es ella en realidad. Después de yo que nací, ella no pudo tener más hijos. En parte, ha sido culpa mía”.
Respecto a su madre; Majka relata que en mientras ella estaba en un campamento de verano, su madre le daba el pecho a Ania, que tenía seis meses.Y lo hacía aunque no tenía leche para amamantarla.
Luego la protagonista le muestra a Wojtek el pasaporte y un certificado falso que acreditaba que había dado a luz a un hijo.
Respecto a la inscripción en el Registro Civil de la niña, Wojtek le pregunta a la protagonista cómo es posible que el hijo de una persona sea registrado oficialmente como hijo de otra. Majka le contesta que “sólo se necesita un médico amigo que firme los papeles”.
Tras la charla, Wojtek sale al jardín, toma una toalla del tendedero de ropa y se esconde tras una pared para llorar, cubriéndose la cara.
Cuando el protagonista se dispone a volver a entrar, sale Majka y le dice que debe hablar por teléfono con su madre Ewa desde una cabina telefónica y que no lo hará desde el teléfono de él porque asumía que la línea ya debía estar interceptada por la policía. Luego, le pide que cuide a Ania mientras ella esté ausente.
Pareciera que el hombre desconfía de ella y sospecha que Majka trame dejarlo a él con la niña, para desaparecer definitivamente.
Por eso, cuando entra a la casa busca el pasaporte de Majka y se siente aliviado cuando comprueba que ha dejado todos los documentos.
Mientras tanto, Majka llama a la casa de sus padres. La atiende Stefan, pero ella pide hablar con Ewa.
La protagonista le dice a su madre que “deberá cambiar todo y devolverle a Ania porque ella es su hija” (Y no su hermana). Y agrega: “Tú me robaste a mi hija, mi maternidad, tú me lo robaste todo”.
Y le da un plazo de dos horas para que decida qué hacer.
Mientras tanto, en la casa de Wojtek, Ania y su padre juegan. La niña le dice al protagonista: “Majka dice que no tengo madre”. Wojtek le contesta: “Le habrás entendido mal, no fue eso lo que ella te dijo”.
Y Ania prosigue: “Me dijo que tu eres mi…”. Wotjtek la interrumpe antes que diga la palabra “padre”. Y le pregunta si sigue sin tener sueño.
Cuando Majka vuelve de hablar por teléfono, Ania, al verla entrar a la casa, exclama: “¡Majka!”.
Ella le exige que le diga mamá, pero la niña continúa llamándola repetidamente por su nombre de pila.
Sabremos que el padre de Majka consideraba a su hija “su pequeña”.
Para la madre de la protagonista, su pequeña era Ania; o sea su nieta.
Stefan le reprocha a Ewa haberle exigido demasiado a Majka, “tanto, que no pudo llegar a hacerle frente a todo”. También le recuerda el momento tardío en que ella descubrió que su hija estaba embarazada. Majka, según relata su padre, se ponía cinta aislante en el vientre para evitar que su condición de “madre futura” se hiciera patente.
Tras una breve discusión, Ewa cede y le pide a su marido que haga algo. Le dice que de otra manera “las perderán a las dos”. De hecho, Ewa concluye esto porque tenía conocimiento de que Majka planeaba un viaje secreto a Canadá por una invitación (falsa) que le había llegado y que la propia protagonista se había encargado de despachar.
Stefan tiene un intento fallido con un amigo que trabaja en un noticiero de la televisión y que le ofrece hacer un breve reporte sobre el caso. Pero, finalmente, no llegan a un acuerdo y prefieren, por el momento, ser discretos y cautos con el tema.
Volvemos a la casa de Wojtek. El hombre le manifiesta su preocupación a la protagonista respecto a la idea del viaje al extranjero que ella estaba por realizar con su hija, escapándose de sus padres.
Para Wojtek la niña era demasiado sensible como para soportar todos estos cambios y alejarse de su hogar.
“Perderás a tu propia hija”, le advierte Wojtek a Majka. Ella le contesta: “También es tu hija”.
El protagonista le ofrece llamar a un amigo que hacía repartos de los osos de peluche, para que él lleve a Ania a la casa de su abuela, en los apartamentos de Varsovia. Además, le dice a Majka que le puede dar su casa para que se quede y que él se buscaría otra vivienda a cambio.
Majka accede, pero cuando Wojtek va a buscar a su amigo, la protagonista despierta a la niña y se escapan rápidamente de la casa del padre de Ania. La protagonista le dice a la niña: “Debemos irnos de aquí, Wojtek no nos quiere”.
En la próxima toma, la protagonista cumple con llamar a Ewa para saber qué había decidido hacer respecto a la niña.
La madre de Majka le ofrece un piso propio y “ver a Ania los domingos, o cuando ella quiera”.
Y continúa: “Así Ania será tuya y mía. Cuando yo muera será sólo tuya”.
Makja amenaza a Ewa. “Contaré hasta cinco, si no me otorgas tu consentimiento firmado para que Ania venga conmigo a Canadá, no nos verás nunca más”.
Y cuenta rápidamente, sin darle tiempo a la madre a contestar.
Efectivamente, cuando Ewa dice “De acuerdo”, ya Majka había colgado el tubo del teléfono.
Apenas después, suena el teléfono nuevamente. Pero, en este caso, se trata de Wojtek, que le dice a la madre de Majka que ella y Ania habían estado allí y que se acababan de marchar.
El protagonista le confiesa a Ewa haberle mentido antes, porque la madre de Majka había llamado a su casa y él le dijo categóricamente “que hacía seis años que no veía a Majka y que no sabía nada de ella”.
Entonces, posteriormente, se inicia una búsqueda por las zonas lindantes con de la vivienda de Wojtek.
Stefan y Ewa, los padres de Majka y abuelos de Tania, van en su auto celeste. Por su parte, Wojtek y su amigo proveedor de juguetes, van en una camioneta roja.
En un momento, los dos vehículos, que iban en direcciones opuestas se cruzan, separados por el carril del medio de la ruta. En consecuencia, se detienen ambos automóviles al unísono.
Ewa le señala a Wojtek como rumbo de la búsqueda la estación de trenes.
Wojtek le contesta que es temprano aún para la partida del próximo tren porque es domingo.
Y Ewa se enfada y lo despacha contundentemente, diciéndole que se marche.
Wotjek, sin embargo, prosigue la búsqueda solo. El protagonista se detiene en un puente, debajo del cual corre un arroyo. Wojtek baja de la camioneta para ver si en ese lugar encontraba algún rastro.
Allí habían estado momentos antes, escondidas, Majka y Ania. Wojtek se percata de esto porque encuentra un oso de peluche que Ania se había llevado de su casa, y que había dejado caer sin querer cerca de la orilla del arroyo. Wojtek atraviesa el arroyo caminando y mira a su alrededor, pero no logra ver a la mujer con la niña.
Entretanto, madre e hija llegan a la pequeña estación de trenes de la zona.
Majka le pregunta a la encargada cuando llega el próximo tren.
La mujer le contesta que dentro de dos horas, al tiempo que mira a la protagonista con una enorme bolsa de tela y una niña de la mano, evidentemente nerviosa.
Entonces, la empleada de la estación le pregunta: “¿Huyes de tu marido?”. Y Majka le contesta: “Huyo de todo”.
La mujer de la estación se compadece y les ofrece entrar a su oficina para que no tengan esperar a la intemperie y para que puedan dormir hasta que el tren arribe. Y Majka accede.
En esta entrega de “Decálogo Siete”, como ya señaláramos, aparecen dos ventanillas de oficinas públicas. La de la oficina de Registros, donde Majka gestiona su Visa, y la de la boletería de la Estación de Trenes local.
En el segundo caso, cabe destacar que la empleada lee un libro de Flaubert: “Madame Bovary”. La oficina virtual distribuye a los que piden realidades enteramente ilusorias y no es eficaz para satisfacer el deseo de los que mienten y están satisfechos con estas ilusiones.
El libro “Madame Bovary” aquí, es alusiva del dispositivo que se ocupa en el cargo público.
Es el lugar novelesco del Bovarismo, el reflejo ilusorio de la imaginación misma.
La madre virtual (Ewa) es quien se roba la maternidad inicialmente a su hija (Majka) y se queda con la niña, que asume como hija, pero que es su nieta.
En tanto que la madre real (Majka), despojada de su maternidad, roba a quien antes le robó a su hija Ania.
En este caso, la ventanilla de la oficina tiene una especie de enrejado, que “permeabiliza” el contacto con el cliente y resulta más accesible.
De hecho, es la empleada la que se esconde detrás de la novela cuando Ewa le pregunta si ha visto Majka y Ania, describiéndolas y casi irrumpiendo más allá de la divisoria trazada por la ventanilla.
La mujer miente, refugiándose en la novela y le contesta “que habían estado allí, pero que se habían marchado tras preguntar una dirección”.
Ania cree escuchar la voz de Ewa, y cuando ve a su abuela, se levanta y la llama: “¡Mamá!”.
Ewa y Stefan se encuentran con su hija y nieta. Y la madre de Majka alza en sus brazos a Ania, frente a la impávida y triste mirada de la madre biológica de la niña, Majka.
Salen de la oficina. Y llega el tren que habían estado esperando. Cuando éste se detiene, Majka sube intempestivamente, sin despedirse de nadie.
Al hacerlo se ve bajar a un hombre con muletas ortopédicas de un vagón trasero.
¿Será él el Hombre-Guía, que teje con los hilos del Destino nuestras vidas?.
¿O será acaso esa figura lejana y difusa que se observa cuando el tren parte y que señaliza en las barreras de la parte posterior de la estación?.
Esto queda a criterio de interpretación personal. Porque es en “Decálogo Siete” la primera vez que este personaje metafísico, interpretado siempre por Arthur Barcis, no aparece en forma expresa o clara.
Una nota importante: El nombre del actor figura en los subtítulos finales del film. O sea que el Hombre-Guía participó efectivamente en esta entrega aunque su presencia sea poco discernible o difícil de identificar.
Por mi parte, creo que en este caso, el hombre del destino, “Teófanes” es el barillero que señaliza en las barreras de la estación de trenes y que se ve cuando el tren de Makja parte sin rumbo definido.
La escena final del film traduce la sensación de dualidad y ambigüedad que experimenta la niña al notar que su madre real, Majka, se marcha en el tren.
Ania se baja de los brazos de su abuela-madre, Ewa. Ania corre un tramo por el andén, siguiendo al tren que se aleja. Pero al cabo de unos instantes, se detiene y se queda inmóvil viendo cómo su madre se aleja.
La última toma muestra a la niña observando la partida con una mirada de profunda decepción. Pareciera que quisiera decir algo, pero no lo hace.
Ania observa como la vaga presencia vaga de su madre; se convierte en una ausencia. Y este sentimiento se plasma en imágenes desde la perspectiva de un tren que parte en línea de fuga infinita, internándose en un horizonte que por ser tan lejano, resulta casi inalcanzable.