Susan Sontag:
“La Enfermedad y sus Metáforas” /
“El Sida y sus Metáforas”:
Reseña:
“Cada persona al nacer posee una ciudadanía dual, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferiríamos sólo utilizar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de aquel otro lugar”. (Ibd. Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”).-
“Sólo morirá aquel que desee morir, aquel para quien la vida es intolerable” (Ibd. Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”. Op Groddeck “El Libro del Ello”).-
“La Enfermedad y sus Metáforas”
(1978):
Al inicio de su análisis, Sontag describe los mitos en torno de la enfermedad más célebre del siglo XIX, la tuberculosis. La visión que se tiene del tísico es en ese momento una visión romántica. Tributaria de la antigua concepción médica que clasificaba a los seres humanos según la teoría de los cuatro humores, del flemático al sanguíneo, la imagen de quien padecía tuberculosis era la de un ser de humor melancólico, sensible, romántico, de preferencia la de un poeta a quien la silueta magra y doliente confiere respetabilidad y prestigio. El ideal de la salud perfecta- escribía Novalis en 1779/1800 sólo es interesante científicamente; lo realmente interesante es la enfermedad, que pertenece a la individualización… Esta idea que señala interés por el carácter de los enfermos, sería luego formulada por Nietzsche en La Voluntad de Poder. Sus célebres juicios sobre la debilidad y el agotamiento cultural o la decadencia del individuo contienen y extienden muchos lugares comunes sobre la tuberculosis.
El tuberculoso podía ser un proscrito o un marginado, en cambio la personalidad del canceroso, lisa y condescendientemente, es la de un perdedor. El cáncer de Napoleón, como el de Robert A. Taft, habrían sido reacciones ante la derrota política y las ambiciones truncadas. Y el diagnóstico de los casos de los personajes que difícilmente pueden decirse perdedores, como Sigmund Freud, como Wittgenstein, fue el horrible castigo por haber reprimido sus instintos toda la vida. (¿Quién se acuerda de que Rimbaud murió de cáncer). En cambio, la enfermedad que reclamó las vidas de gente como John Keats, Poe, Chéjov, Simone Weil fue tanto una apoteosis como un veredicto de fracaso.
Los románticos inventaron la invalidez como pretexto del ocio, y para hacer a un lado los debres burguese y poder así vivir nada más que para su propio arte. Era un modo de retirarse del mundo sin asumir la responsabilidad de la decisión- la historia de “La Montaña Mágica”, de Thomas Mann (Pingback *) es ilustrativa en este sentido. Hans Castorp hace una visita de tres semanas a su primo tuberculoso,e n el Sanatorio de Davos. Antes de que Hans vuelva a abajar , el médico le diagnostica una mancha en los pulmones. Se queda en la montaña durante los siete años siguientes…
La tuberculosisi retuvo todos los tributos románticos- el ser signo de una naturaleza superior, el ser una fragilidad que le sienta a uno mismo- hasta entrado el siglo XX. Sigue siendo la enfermedadd del joven y sensible artista de ”Largo Viaje Hacia la Noche” (***), de O´Neill. Las cartas de Kafka son un compendio de especulaciones acerca del significado de la tuberculosis, así como en “La Montaña Mágica” se debe a que el estólido burgués Hans Castorp contrae tuberculosis, enfermedad de artistas- porque la novela de Mann es un comentario tardío y poremeditado sobre el Mito de la Tuberculosis. Pero en la novela se refleja otra vez el mito: la enfermedad refina, sí, el espíritu del Burgués. Morir de tuberculsosisi seguía siendo miisteriosos y ( con frecuencia) edificante, y siguió siéndolo hasta cuando ya casi nadie en Europa Occidental ni en Nortaeamérica moría de ello.
En “Muerte en Venecia” (Pingback**), la pasión provoca el derrumbe de lo que hacía de Gustav von Auschenbach una persona singular- su razón, sus inhibiciones, su melindrería. Y la enfermedad lo disminuye aún más. Al final de la historia, Auschenbach no es más que otra víctima del cólera; degradación extrema, sucumbe ala enfermedad de que en ese momento adolecen tantos venecianos. Cuando en “La Montaña Mágica” se descubre que Castorp tiene tuberculosis, se trata de una promoción. Gracias a su enfermedad, Hans se hará más singular, será más refinado y culto que antes. En una historia, la enfermedad (el cólera) es la penalización de un amor secreto; en la otra, la enfermedad (la tuberculosis) es su expresión.
Algo distinto sucede con las metáforas de desintegración física que convoca la mera mención del cáncer. El canceroso, dice Sontag, es visto como alguien a quien su propia represión emocional conduce a ese desorden máximo que es la proliferación de células malignas en el organismo. A la improbable nobleza que se atribuye a quien padece una enfermedad pulmonar una disfunción de la parte superior y noble del cuerpose contrapone la desgracia y vergüenza de quien ve afectadas, a menudo, las partes bajas, indignas, de su organismo, como en el cáncer del estómago, del colón, del recto, o de los testículos.
Una tuberculosis nos hace desvivirnos nos refinamos, por llegar al meollo, a nuestro Yo Real, Un cáncer hace que unas células sin inteligencia (primitivas, embrionarias, atávicas) se multipliquen hasta que nos sustituya en No-Yo. Los inmunólogos clasifican a las células cancerosas como No propias del cuerpo. .. Si la tuberculosis era la enfermedad del Yo enfermo, el cáncer es la enfermedad de lo Otro. El cáncer se desarrolla como un guión de ciencia ficción: es la invasión de células extranjeras o mutantes, más fuertes que las células sanas /normales…
Hasta hace poco, el cáncer era la enfermedad tabú por excelencia, la que persistía en su malignidad y encono a pesar de las múltiples victorias que ofrecía la ciencia médica sobre muchos otros padecimientos. La escritora resume así: “Se pensaba en la tuberculosis como una muerte decorativa, a menudo lírica. El cáncer es un tópico extraño y todavía escandaloso para la poesía; y se antoja inimaginable volver estética esta enfermedad”.
La escritora ilustra con múltiples citas filosóficas y literarias, y con ejemplos tomados de la cultura popular las maneras distintas de concebir dos enfermedades igualmente devastadoras, pero que revisten cada una características muy propias y convocan metáforas a menudo opuestas.De las metáforas asociadas con una enfermedad grave, Sontag señala una en particular, sin duda la más nociva: la metáfora militar. El cuerpo se concibe como un campo de batalla; el cuerpo libra frente al cáncer un combate encarnizado del que con harta frecuencia sale vencido.:
“No bien se habla de Cáncer, las metáforas maestras no provienen de la economía sino del vocabulario de la guerra: no hay médico, ni paciente atento, que no sea versado en esta terminología militar, o que, por lo menos, no la conozca. Las células cancerosas invaden… colonizan zonas remotas del cuerpo… Por muy radical que sea la intervención quirúrgica, por muy vastos los reconocimientos del terreno, las remisiones son, en su mayor parte, temporarias, y el pronóstico es que la invasión tumoral continuará, o que las células dañinas se reagruparán para lanzar un nuevo ataque contra el organismo”.
Contrariamente a la tuberculosis, una afección muy localizada, y hasta hace poco muy controlada, el cáncer representa el horror de una invasión generalizada, con escaramuzas imprevisibles, y terapias brutales que representan una suerte de contraofensiva militar:
“A grandes males grandes remedios, dice la sabiduría popular, y el remedio aquí la quimioterapia, las radiaciones–, suelen ocasionar estragos mayores en un cuerpo de sí ya vulnerado. La noción de batalla, esta militarización del cuidado médico, se acompaña de una imagen de degradación corporal inevitable. El cáncer deja entonces de ser una enfermedad más, para convertirse en la metáfora ideal de la degradación física: una enfermedad que corroe, carcome y transforma el aspecto del individuo. La metáfora que militarmente describe la descomposición orgánica tiene como primer efecto hacer del enfermo un paria, señalarlo como presa de un caos interno que acabará con sus días. Ante este panorama, el enfermo alberga sentimientos de culpa, consciente de que en una sociedad entregada de lleno al culto del bienestar y mejoramiento físicos su papel es muy marginal y su presencia incómoda en tanto recordatorio aún viviente de la falibilidad del género humano”.
También el tratamiento sabe a ejército. La radioterapia usa las metáforas de la guerra aérea: se bombardea al paciente con rayos tóxicos. Y la quimioterapia es una guerra química, en la que se emplean venenos. El tratamiento apunta a matar las células cancerosas.
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Susan Sontag (1933 /2004).-
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Pingbacks Aquileana:
(*) “La Montaña Mágica”, de Thomas Mann:
https://aquileana.wordpress.com/2008/03/10/thomas-mann-%E2%80%9Cla-montana-magica%E2%80%9D-der-zauberberg/
(**) “Muerte en Venecia”, de Thomas Mann:
https://aquileana.wordpress.com/2008/03/23/thomas-mann-la-muerte-en-venecia/
(***) “Largo Viaje Hacia la Noche”, de Eugene O´Neill:
https://aquileana.wordpress.com/2009/01/12/eugene-o%C2%B4neill-largo-viaje-hacia-la-noche/
“Estuche de Muerte” de Susan Sontag:
https://aquileana.wordpress.com/2009/01/05/susan-sontag-estuche-de-muerte/
http://technorati.com/blogs/www.adelinebronner.fr?reactions&page=3
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Fuente Original Post:
Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”. Buenos Aires. Taurus. 1996.-
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http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=180
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“El Sida y sus Metáforas”
(1988):
En 1988, diez años después de “La enfermedad como metáfora”, la escritora siente indispensable actualizar sus reflexiones a la luz de la diseminación incontenible de un padecimiento relativamente nuevo, primero denominado “cáncer rosa”, y más tarde sida, las siglas de lo que ya se identifica como síndrome de la inmunodeficiencia adquirida.
En su nuevo libro “El Sida y sus Metáforas”, la metáfora militar evocada anteriormente cobra un vigor inusitado. Contrariamente al cáncer y a la tuberculosis, la invasión del organismo es viral y la produce un microorganismo diez mil veces más pequeño que la punta de un alfiler, y sus efectos sociales, en materia de discriminación y estigma, son infinitamente superiores. No sólo eso: el sida soporta una metáfora decisiva: la infección, la contaminación, el contagio. Es un padecimiento con perfil epidemiológico, encaminado a configurar una pandemia. Su transmisión es, primordialmente, de carácter sexual, con lo que suscita una oleada de recriminaciones, anatemas religiosos y denuestos moralistas. No representa en términos científicos y sociales un estadio avanzado de desarrollo, sino todo lo contrario, una involución, un retroceso. Reactiva lenguajes que se creían obsoletos, como el de la transmisión sexual con carácter funesto, algo que recuerda la visión tétrica de la sífilis en sus etapas avanzadas, con su romanticismo negro que evoca los tormentos de un Flaubert o un Baudelaire con toda su aura de disipación sexual. Supone el sida un regreso a épocas anteriores a Koch y a Pasteur, y concede la escritora que este padecimiento ha tenido la dudosa virtud de despojar al enfermo de cáncer de una buena carga de culpa. Y es que lo inmencionable ya no es la enfermedad que carcome silenciosamente al cuerpo, sino ese “mal del siglo” que con mayor insidia mina todas las defensas del organismo, hasta su agotamiento total. La metáfora asociada con el enfermo de VIH/sida sugiere algo muy diferente: un ser promiscuo que contabiliza sus conquistas sexuales hasta levantar un censo impresionante, o por lo menos un catálogo amoroso digno de Don Giovanni.
Con la metáfora de la infección, de la diseminación masiva del virus, se justifica a los ojos de muchos la figura del paria digno de toda desconfianza, y en algunos países, y en el caso de algunos extremistas, como el derechista francés Jean-Marie Le Pen, se habla de confinamiento, de sidatorios, de tests obligatorios masivos, y de reservas o morideros donde habrá que recluir a los infectados, a las víctimas irremediablemente culpables, para evitar que se contamine o se gangrene el cuerpo social saludable, el cuerpo de aquél que toma los recaudos adecuados, de aquél que es prudente, y se cuida:
“El Sida no tiene sólo el infeliz efecto de apuntalar el moralismo sexual, sino que fortalece además la cultura del interés propio, que en buena parte suele pasar por individualismo… El interés propio recibe ahora un nuevo aliento, como si es tratase de un gesto de simple prudencia médica”.
El sida magnifica la fuerza de los mensajes diferentes pero complementarios que, cada vez llegan a oídos de los individuos de la sociedad, acostumbrados a su propio placer y atraídos más y más por programas de autogestión y autodisciplina (dietas, gimnasia, etc)… La catástrofe epidémica del Sida sugiere la inmediata necesidad de limitarse, de constreñir el cuerpo por el bien de la propia conciencia. Pero al reacción al sida es más que negativa, más que temerosa y, por consiguiente, apropiada para el verdadero peligro. También expresa un deseo positivo, el deseo de poner límites más estrictos a la conducta de la vida personal. Hay una amplia tendencia en nuestra cultura, un sentimiento de final de una era, que el sida está reforzando; un agotamiento, para muchos, de los ideales puramente seculares eb los que la reacción al Sida halla su sitio.
Sontag señala la gran paradoja de un padecimiento casi medieval, en su tormento y sus implicaciones sociales, en su carácter irreversible y su cura muy azarosa, que al mismo tiempo se aproxima a la modernidad tecnológica al compartir con ella diversos códigos de lenguaje, con computadoras invadidas por un virus, con vacunas que deberán protegerlas, o con ese colapso final que el virus es capaz de provocar en un disco duro.
Y las constricciones tienen lugar ahora en el mundo del ordenador. Se aconseja a los usuarios que consideren todo nuevo artículo de software como portador potencial de un virus. No ponga nunca un disquete en su ordenador sin antes verificar su origen. Se dice que los programas del tipo llamado “vacuna”, que se empiezan a vender tienen cierta eficacia; pero la única protección segura contra la amenaza de los virus informáticos, según los expertos, es la de No compartir programas ni datos. No es imposible que en realidad la cultura del consumo se vea estimulada por las recomendaciones de que los consumidores de bienes y servicios sean más cautos, más egoístas. Porque estas angustias requerirán la ulterior reproducción de bienes y servicios
Ante este panorama social donde el sida exacerba los temores más primitivos y los prejuicios colectivos más arraigados, el recelo social y el encono contra el enfermo, o las metáforas que remplazan la realidad clínica por la fantasía paranoica, y que transforman una enfermedad en maldición y sentencia inapelables, la escritora aconseja en 1988 una estrategia elemental: liberar a la enfermedad de su carga de culpa y vergüenza, criticar las metáforas, castigarlas, desgastarlas. Cómo: absteniéndose de usarlas, poniéndolas en evidencia, criticándolas, castigándolas y de esta manera: devastándolas…
El paso siguiente, en el caso específico del Sida es la Reapropiación retórica. Dice Sontag: “Es muy deseable que determinada enfermedad, por la que se siente tanto pavor, llegue a parecer ordinaria. Aún la enfermedad más preñada de significado puede convertirse en nada más que una enfermedad. Sucedió con la lepra (…) y sucederá con el sida, cuando la enfermedad esté mucho mejor comprendida y sea, sobre todo, tratable… Tampoco la crisis creada por el sida es total. No nos está invadiendo. El cuerpo no es un campo de batalla. Los enfermos no son las inevitables bajas ni el enemigo, y cuando esta metáfora, la militar yo diría, parafraseando a Lucrecio: Devolvámosla a los que hacen la guerra”.
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Fuente Original Post:
Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”. Buenos Aires. Taurus. 1996.-
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Link Post:
http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=180
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hola! necesito información que me ayude a hacer un análisis discursivo de Estuche de muerte de Susan Sontan, no encuentro información en ningún lado, sólo reseñas de la novela pero eso no me sirve. Si sabés en qué lugar puedo bajar la novela avisame, gracias
Ana;
La novela de Sontag “Estuche de Muerte” está editada en edición d ebolisllo pro Sudamericana a precio accesible… No creo que esté en la WEB disponible para descargar gratuitamente.
Por otro lado, yo cité dos links en este post que tal vez puedan servirte en la búsqueda de información.
Los reitero (just in case…):
“Estuche de Muerte” de Susan Sontag:
http://technorati.com/blogs/www.adelinebronner.fr?reactions&page=3
Saludos, Aquileana 🙂
Muy buena tu página. Un abrazo
Muchas gracias, María Alicia…
Buena selección de post ésta, la tuya…
Aquileana 🙂
hola!! gracias por este artículo, espero que me sirva para mi análisis, ya que sólo he encontrado esta novela como referencia para mi trabajo: etnografía en un hospital.
Ilham;
Seguro que te sirve,… aunque me permito una disgresión: es un ensayo éste, el de Sontag, “no” una novela,
Vale la aclaración…
Saludos;
Aquileana 🙂
gracias Aquileana, tu artículo me sirvió de mucho para no leer todo el libro. un abrazo.
Parcelado pero bueno, es una sinopsis…
Saludos, Aquileana 🙂
gracias… me sirvió mucho para hacer mi tarea 😉 …
Magnífico artículo, buen resumen y muy útil demás!
gracias aquileana!! por las dos cosas: por la acalaracion y por la sinopsis!! esta muy bien!!
LO COMENCÉ A LEERLO Y ESTA FANTÁSTICO. ESTA PARA RECOMENDAR
Alguien sabe como conseguir el libro “La enfermedad y sus metáforas” de Susan Sontag
gracias,
como consigo el libro la enfermedad y sus metaforas en santiago de chile
que chido, me han salvado muchos thank
Hola! hay dos lineas de este escrito que quiero usar para una introducción de un ensayo, pero quiero citarlo para no plagiar, alguien me podrían ayudar con los datos del autor??
Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”. Buenos Aires. Taurus. 1996.
Respecto a la página,no tengo el dato… Si lo encuentras, va luego de la fecha > 1996. Pag…
Saludos, Aquileana 🙂