Pascal Charbonnat:
“Historia de las Filosofías Materialistas”:
“Los Orígenes del Materialismo”:
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“Lo contrario del Materialismo no es, pues, exclusivamente el Idealismo, sino el partido de la Trascendencia en general”. (Charbonnat, Pascal. Historia de las Filosofías Materialistas).-
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Para Charbonnat, el materialismo hace referencia a un desarrollo inmanente del mundo, frente a quienes serían espiritualistas y optan por un desarrollo trascendente: «Si se toma el Universo como objeto de esta cuestión del origen, dos respuestas son posibles. O bien la necesidad universal se explica desde el interior mismo del mundo, o bien resulta de la intervención de una entidad externa. El origen de las cosas depende o de un proceso inmanente o de una fuerza trascendente.
Este tipo de respuesta sólo tiene un valor a priori, es decir sólo existe bajo la forma de una tesis no validada por la experiencia. Pero cada una de las dos respuestas tiene un alcance a la vez ontológico y gnoseológico. En efecto, la búsqueda del origen exige plantear un principio que explique, o que justifique, todas las cosas, tanto la realidad objetiva como el pensamiento subjetivo. La respuesta materialista no puede reducirse, pues, ni a una concepción del ser («Todo es materia») ni a una teoría del conocimiento («La realidad existe independientemente del pensamiento»). Es ante todo la idea del desarrollo inmanente del universo y de los seres que lo componen».
Así, ni el materialismo es el corporeísmo ni el ateísmo (éste sería una consecuencia del materialismo, pero no su definición), sino una doctrina que sólo mediante la inmanencia puede conocerse. La tesis opuesta al materialismo sitúa la fuente de la necesidad del desarrollo universal en una entidad trascendente. Trascendencia que, según Charbonnat, habría adoptado la forma demiúrgica en la antigüedad, la forma del espiritualismo teológico en el cristianismo y la forma del idealismo filosófico en la época contemporánea. De hecho, la tesis de Charbonnat es:
«La filosofía materialista puede definirse por la tesis siguiente: el ser y la inteligibilidad del mundo tienen por origen el libre y necesario desarrollo de sí mismos. Ellos son los únicos que pueden justificar su propia existencia. Dicho de otra manera, el materialismo es una exigencia absoluta de emancipación, un imperativo que une cada parte del ser, al mismo tiempo que libera a la totalidad de cualquier trascendencia. Es pues una noción que refleja un cierto estado de las relaciones sociales, que se caracteriza por la necesidad de impugnar cualquier autoridad. El materialismo es una idea y un ideal de la materia, donde ésta es concebida como plenamente capaz de engendrar y de elaborar los diferentes modos del ser».
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Pero esta definición pide en consecuencia el principio, ya que definir el materialismo por lo que no es trascendente y por lo tanto inmanente es tanto como no decir nada, ni de lo trascendente, ni de lo inmanente. Es más, la reducción a todo lo «inmanente», negado lo «trascendente», supone muchas veces una recuperación de esa «trascendencia» para explicar determinadas situaciones. Hablar del «ser y la inteligibilidad del mundo» y afirmar su «libre y necesario desarrollo de sí mismos» es usar una fórmula ciertamente trascendente. Una fórmula que apela a un origen puramente metafísico, distinto desde luego de la inmanencia del mundo actual, mundo por otro lado materialista al estar formalizado, es decir, transformado institucionalmente, a la escala humana, y que niega los «vivientes no corpóreos», auténtica definición del materialismo desde las coordenadas del materialismo filosófico.
Es decir: Charbonnat, para definir la filosofía materialista ha de apelar a una forma de espiritualismo. Así, tomado el materialismo como clave, los filósofos de la antigüedad que han sido denominados normalmente como presocráticos, es decir, desde Tales hasta Sócrates, son ahora denominados como «predemocriteanos». El estudio independiente de la naturaleza nace cuando el pensamiento se emancipa de reyes y sacerdotes». Aunque su explicación, aparentemente fenoménica, «no se sostiene como tal y toma la forma de un nuevo mito. El agua, el fuego, o los números se convierten en principios que lo explican todo, y al término de esta totalidad tienen muy poca relación con los fenómenos. Se convierten en entidades gobernantes, a semejanza de las figuras mitológicas».
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Charbonnat se centra en dos autores «predemocriteanos»: Tales, como ejemplo de «empresario» que cita Aristóteles en Política, 1259a, y Heráclito, miembro de la casta sacerdotal de Éfeso y pensador dialéctico. Pero será Demócrito «el Sócrates del materialismo». El agua, en Tales, es una parte de la naturaleza que explica la totalidad. Aquí los átomos son toda la naturaleza, y toda su razón. Esta suerte de monismo, a menudo sintomático de un materialismo (sin que se reduzca a ello) puede ser considerado como la prolongación y el perfeccionamiento de los inicios predemocriteanos. La clave del átomo es su eternidad, el no ser engendrado, «Demócrito considera que el mundo está dotado de una facultad de conservación autónoma», y «responde a una necesidad lógica: establecer el origen del mundo de manera sistemática, es decir, comprender su necesidad y su desarrollo en su totalidad». Epicuro sería la continuación del atomismo, pero ya en el ambiente del decaimiento de la polis griega y su sometimiento por el imperio de Alejandro Magno y sus continuadores, los diádocos. Lo curioso es que lo caracterice a un tiempo como el último materialista griego y el fundador de la primera escuela materialista. Epicuro será así un atomista que incorpora el empirismo, que «pone fin al materialismo antiguo, haciendo finalmente de la naturaleza lo esencial de las ciencias, mediante una «autofundación».
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La autonomía de la naturaleza se ha consumado: las sensaciones permiten establecer la verdad de los conocimientos a todos los niveles. La verdad no se restringe ya solamente a los átomos, como en Demócrito, sino que está en todas partes para ser descubierta; la naturaleza y su modo de conocimiento se reconcilian. Además, pese a que Epicuro no niega la existencia de dioses, «no son la emanación de una trascendencia. Humanidad y divinidad coexisten en el mismo mundo, pero bajo el modo de alteridad, como el mineral y el animal»; en ellos «la materia llega a su perfección».
Lo que es tanto como caracterizar a Epicuro de espiritualista, ya que un materialista como Hobbes «defendió de un modo clásico la existencia de Dios, con la condición de que Dios fuese corpóreo». Lo que nos conduce nuevamente a la paradoja de la misma cita anterior de Ensayos materialistas, que los espiritualistas son los mayores defensores del corporeísmo. Aunque seguramente Charbonnat no llegue a comprender el alcance de esta afirmación.
Otros epicúreos serían el famoso Lucrecio y Filodemo de Gadara, ya bajo el dominio de otra ciudad, la Roma del Imperio. Enemigos del epicureísmo, pues, lógicamente, los amigos de lo trascendente: Platón, cuya «difusión de la trascendencia es la originalidad del platonismo respecto a la creencia vulgar que asigna un lugar limitado a la trascendencia por medio de los dioses o de los astros».
Otros defensores de la trascendencia, sería Aristóteles con su motor inmóvil y Zenón con su apelación a Zeus. La revolución económica del siglo XV permite una ebullición intelectual y una relativa autonomía de los pensadores frente a la Iglesia: el rechazo de toda trascendencia en las ciencias de la naturaleza permite la eclosión del naturalismo físico de Giordano Bruno, o metodológico de Francis Bacon. El apogeo del naturalismo se alcanza en el siglo XVII, con tres corrientes: irreligiosa (Cyrano de Bergerac), empírica (Hobbes, Bayle, Locke) y atomista (Gassendi, Boyle), y dos grandes pensadores (Descartes y Spinoza).
El verdadero materialismo renace en el siglo XVIII. La concepción deísta del origen sigue siendo mayoritaria (Voltaire, d’Alembert), pero se constituye también una tendencia atea auténticamente materialista, con Diderot, La Mettrie, d’Holbach y Jean Meslier.
En el siglo XIX el materialismo se divide en dos corrientes que se ignoran: la que se basa en la nueva teoría de la evolución y la que se funda en una nueva filosofía del origen social del hombre, con Marx y Engels.
En el siglo XX, la apuesta es conciliar estas dos corrientes: el materialismo dialéctico, una vez superada la deformación estalinista, y el materialismo evolucionista, confirmado por el progreso de las ciencias con las que tiende a confundirse, como única forma razonable de comprender el origen y la evolución de la materia y de aproximar a filósofos y científicos.-
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Fuente Original Post:
Charbonnat, Pascal; Historia de las Filosofías Materialistas, Biblioteca Buridán, Barcelona, 2010.-
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«It´s Getting Late»…
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Links Post:
http://www.nodulo.org/ec/2010/n100p19.htm
http://symploke.trujaman.org/index.php?title=Esp%EDritu
http://geviert.wordpress.com/2010/05/23/una-lectura-de-historia-de-las-filosofias-materialistas-de-pascal-charbonnat/
http://bibliotecaburidan.blogspot.com/2010/03/historia-de-las-filosofias.html
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