El Mito de Narciso y Eco. –
Según la versión que se atribuye al sabio Tiresias, Narciso era hijo de Liriope y Céfiso. Zeus no podía dejar el Olimpo porque la celosa Hera, su esposa, sospechaba de los enredos de éste con otras diosas y ninfas.
Zeus fue en busca de la ninfa Eco, famosa en el arte de hablar, para que entretuviese a Hera, mientras él iba a la tierra. Eco siguió las órdenes y, así, mantuvo entretenida a Hera con sus charlas por un buen tiempo. Pero un día, Hera se enteró del ardid y castigó a Eco quitándole parcialmente las supuestas “dotes oratorias”. Desde ese momento, a la Ninfa sólamente le estaba permitido repetir las frases pronunciadas por otros.
Eco se limitó a vagar por los bosques sola. Un día vio a Narciso, el más bello de los hombres, y quedó totalmente enamorada. Lo persiguió, pero , cuando le hablaba no podía nunca sino repetir las frases que articulaba el mancebo.
En un encuentro fortuito que tuvieron, Eco se las ingenió para que las últimas palabras del mancebo coincidieran con sus deseos propios. Así, indirectamente, le declaró su amor a Narciso, pero éste se negó rotundamente a aceptarla. La ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que solo quedó su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, Narciso acabó arrojándose a las aguas y muriendo.
En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una flor, que rindió honor al nombre y la memoria de Narciso.
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“Hacia una Sabiduría de la Desesperanza”: “Los Laberintos del Yo y el Sueño de Narciso”.
“La imaginación es una ilusión necesaria”.
(Spinoza).
En su libro El mito de Ícaro, tratado de la deseperanza y la felicidad , André Comte Sponville hace referncia al laberinto del yo, relacionándolo con “el sueño de Narciso”.
El autor pretende mostrar cómo la debilidad de Narciso no reside en amarse, pues el amor de sí mismo es sabiduría y virtud (Si hay que amar al prójimo como a uno mismo, entonces es inevitable empezar por el egoísmo).
El error de Narciso sólo consiste en amar una imagen, Narciso sólo amaba a un simulacro. El laberinto del yo es el laberinto del pensamiento, y la única salvación consiste en darse cuenta de que el yo no es la causa, sino, un efecto.
No saldremos del laberinto del yo sino renunciando a la posesión. La renuncia a la posesión de sí es un acto de negación primero, y, sabiduría luego. La sabiduría de la desesperanza consiste en comprender que uno no es nada, para, después, resignarse a ser sí mismo y recién entonces “dejar soñar a Narciso”.

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